Sin Perdón

Las 214.444 razones de Armengol

«Otra opción es que tenga un gesto de dignidad y se vaya a trabajar a la farmacia propiedad de su padre. La política española se lo agradecería»

Es lógico que Armengol no quiera abandonar la presidencia del Congreso. En total son 214.444 razones, que son los euros que cobra al año como tercera autoridad del Estado. Ha multiplicado por tres el sueldo que tenía como presidenta de Baleares. Es el premio que le otorgó Sánchez por su ciega lealtad al sanchismo. En la Edad Media, los reyes otorgaron tierras y privilegios a sus vasallos. El criterio podía ser objetivo, arbitrario o caprichoso, pero era la voluntad del soberano. En unos casos era por su fidelidad, otros por sus victorias en el campo de batalla o su función al lado del rey e incluso porque le caía bien. Las redes clientelares fueron, como siempre, muy eficaces. No es un invento reciente. A los horteras de la izquierda les gustan los coches de alta gama y los casoplones, mientras que antaño se perseguían o compraban títulos. El primer titular podía ser un insufrible nuevo rico, pero sus sucesores ya se encargaban de blanquear los blasones y enlazar con la vieja nobleza. No hay más que ver algunos títulos isabelinos o de la Restauración. Con respecto a la concesión de títulos nobiliarios, actualmente vivimos un periodo de sequía ya que Felipe VI no ha otorgado ninguno. Tendrá sus razones, pero las desconozco. Me parecería muy bien que lo hiciera, aunque con la prudencia que le caracteriza recaerían en personas ejemplares e incontrovertibles.

Armengol está muy contenta con su sueldazo y quiere seguir como brazo armado de Sánchez en el proceso de dinamitar la separación de poderes. Como es un cargo político que no requiere mayor cualificación que la caprichosa voluntad del líder, me centraré en el aburrido horizonte que tendría que afrontar si dejara la presidencia del Congreso. La declaración de bienes muestra que cuenta con un piso valorado en 70.000 euros y un coche. En cuatro años puede ahorrar una parte importante de su sueldo. Otra opción es que tenga un gesto de dignidad y se vaya a trabajar a la farmacia propiedad de su padre que fue alcalde de Inca. Estaría encantado de que su hija se hiciera cargo de ella. La política española se lo agradecería.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de la Instituciones (UNIE).