Las correcciones

La abaya y el «sobremusulmanismo»

Para el islam político nada es suficiente con tal de complacer a Alá

El nuevo ministro de Educación francés, Gabriel Attal, apodado «Macronito» por sus críticos, ha zanjado en un mes el debate sobre el uso de la túnica islámica -la abaya, para la mujer; qamis, para el hombre- en los centros educativos del hexágono. Attal ha decretado que a partir de este lunes 4 de septiembre, fecha del inicio de la vuelta al cole, los alumnos no podrán asistir a clase con la túnica islámica. Es lo que recomendaba el sentido común, pero en estos tiempos que corren es el menos común de los sentidos. La abaya, igual que el hiyab, no es un símbolo propiamente religioso, pero sí es un inequívoco reflejo de la adhesión de la persona portadora a un islam riguroso y político. Attal ha demostrado tener el don de la oportunidad como su jefe. Y su determinación, a una semana del inicio del curso escolar, ha provocado el revuelo de la izquierda francesa que le acusa de abrir «una nueva guerra cultural» y de ser un «islamófobo».

El joven ministro de Educación defiende su intervención en virtud de la ley de 2004 que prohíbe la exhibición de símbolos religiosos en los centros educativos públicos. «El secularismo no es una restricción, es una libertad», se defiende con acierto el ministro. El Consejo Francés de la Fe Musulmana insiste en que no es una prenda religiosa, sin embargo, no parece haber ninguna ambigüedad confesional en las personas que la llevan. La abaya es una antigua prenda beduina que se había extendido entre los países musulmanes de geografía desértica hasta que la moda y los predicadores la han introducido en Europa.

El escritor francés de origen tunecino, Fethi Benslama, describió esta obsesión por socializar el islam como «sobremusulmanismo»: siempre hay que hacer más para complacer a Alá. Empiezas con una prenda de vestir para identificarte como buena musulmana, pero es un primer paso para un adoctrinamiento religioso mayor en el que desaparece la libertad individual. Con el velo, la mujer se cubre el cabello como un símbolo de decoro y pureza. Después, se les hace entender que el hiyab en su significado más profundo es velar por los cuerpos. Con la abaya, se ocultan las formas femeninas como si la mujer tuviera que taparse para prevenir el pecado.

Resulta inquietante que la izquierda francesa, que ha patrimonializado el feminismo, defienda con uñas y dientes este trozo de tela que oprime a las mujeres en Teherán y en París. Frente a quienes acusan a Attal de «policía del vestido» con una burda comparación con la policía de la moral iraní que mató a golpes a la joven Mahsa Amini hay que subrayar que es una directiva liberalizadora y que lucha contra la discriminación. La neutralidad de la vestimenta en los espacios públicos es una herramienta muy eficaz contra la estigmatización.

La antropóloga Florence Bergeaud-Blackler advierte en «Le Figaro» que lo que está en juego detrás de todas estas batallas (hiyab, burkini, halal y ahora abaya) es la capacidad de delimitar lo que es religioso y lo que no lo es. «Lo que está haciendo el ministro Gabriel Attal me parece muy importante, porque equivale a recuperar el derecho del Estado a decir lo que es religioso y lo que no lo es». Francia defiende el Estado laico como en España deberíamos defender el aconfesional. En nuestras escuelas también se vulneran derechos.