«De Bellum luce»

Ni el abogado de Puigdemont quiere posar con Sánchez

Un presidente que necesita 400 metros de seguridad a su alrededor es un presidente que ya no está dispuesto –ni se atreve– a tener contacto directo con la ciudadanía

Pedro Sánchez ha blindado su verano con 40 agentes del Grupo de Reserva y Seguridad de la Guardia Civil, francotiradores y un perímetro de 400 metros alrededor de la Residencia Real de La Mareta, en Lanzarote, según adelantó mi compañero Javier Portillo esta semana. Es una información que no solo ofrece datos sobre medidas de seguridad, sino que es la mejor radiografía política.

Aunque quienes nos dirigen hayan anulado la importancia de las formas en democracia, los gestos importan, y mucho. Y que un presidente no pueda salir a pasear sin montar una operación casi militar revela mucho más que un exceso de celo o una amenaza concreta. A mi juicio, refleja miedo y también revela desconexión. Y explica, además, la forma de ejercer el poder: sin rendir cuentas, sin comparecer en el Congreso, sin pisar la calle.

Un presidente que necesita 400 metros de seguridad a su alrededor es un presidente que ya no está dispuesto –ni se atreve– a tener contacto directo con la ciudadanía. Es de entender que quienes nos gobiernan deben protegerse, pero también deben asumir que la autoridad democrática exige visibilidad en la calle, por incómodo que les sea. Es la exposición al desacuerdo lo que legitima el poder, no los aplausos enlatados ni las reuniones filtradas.

Si a esto se añade que el abogado de Carles Puigdemont, la figura más simbólica del desafío secesionista, desdeña por primera vez en público al presidente del Gobierno, entonces el mensaje se convierte también en un diagnóstico. Gonzalo Boye, en una entrevista de Diego Rodríguez a este medio, ha dejado una frase que golpea directamente al corazón de La Moncloa: «Hoy día nadie quiere hacerse fotos con Sánchez». Les invito a leerse la entrevista porque es un resumen perfecto de lo que representa ya el presidente del Gobierno para el universo jurídico-político de Junts. Que Boye le tache de «pato cojo» revela una verdad incómoda: la amnistía, con el coste que ha tenido para el Estado de Derecho y para el PSOE, no ha generado aliados, sino socios tácticos que son plenamente conscientes de que la etapa del «sanchismo» ya se ha terminado.

Sus aliados, no ya el PP, consideran que a mitad de Legislatura Sánchez vive lo que en Estados Unidos llaman el «lame duck syndrome», ese momento en el que, sin Presupuestos, sin agenda legislativa potente y sin una mayoría estable, el poder es una formalidad, pero no es efectivo.