Canela fina
Admirable, Almudena Ariza
«Almudena Ariza se manifiesta como corresponsal de guerra sin una presunción por el peligro que corre, sin un aspaviento»
El inolvidado maestro Luis Calvo, nueve años director del ABC verdadero, hombre culto y sagaz, profesional a veces de hierro, a veces de seda, se refería con amargura a la cicatería de los periodistas para elogiar a sus compañeros, para reconocer los éxitos ajenos. En todas las profesiones existen envidias, desencuentros, colisión de estrellas. En ninguna como en la nuestra.
No es la primera vez que escribo sobre Almudena Ariza. No se puede desarrollar mejor el ejercicio profesional de corresponsal en general, de corresponsal de guerra en particular. Me asombra su capacidad para rastrear la noticia y trasmitirla desde los lugares de mayor peligro, cercana la muerte que acecha. Es admirable. Ni una presunción sobre el peligro que corre. Ni un aspaviento. La sencillez y la serenidad presiden siempre su trabajo profesional, ahora en Ucrania y en Gaza.
Sabe muy bien Almudena Ariza que es administradora de un derecho ajeno: el que ciudadanas y ciudadanos tienen a la información. Y cumple su deber con acierto permanente. Tendrá como todos nosotros defectos. Yo no se los encuentro. Informa con sobriedad y precisión. Elogia cuando hace falta. Critica cuando advierte errores. Denuncia cuando descubre abusos. En las Facultades de Ciencias de la Información deberían presentarla a los alumnos como ejemplo a seguir en el periodismo serio y bien entendido.
Frente a los periodistas que colocan un cristal de aumento sobre la noticia, Almudena Ariza se esfuerza por reflejar la realidad como es. Sin una exageración. Nunca sobreactúa. El periodismo audiovisual añade al ejercicio de la profesión una dificultad suplementaria: la expresión corporal. Las manos, los gestos, los ojos, la mirada completan en la corresponsal la calidad de la noticia. Tengo constancia de que en Televisión Española hay conciencia de lo que significa disponer de una periodista como Almudena Ariza. De una corresponsal incansable que sigue trabajando con el ardor de la primera juventud.
Y no. No conozco a Almudena Ariza. Nunca he conversado con ella. No recuerdo haber coincidido en almuerzos profesionales o en actos del mundo de la comunicación. Escribí hace tiempo que en la adolescencia se inyectó en las venas la droga de la palabra. Cuando la veo, cuando la escucho, me siento orgulloso de esta profesión a la que he dedicado toda mi vida.
Luis María Anson, de la Real Academia Española.
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