Biblioteca Harley-Davidson

Agelasta

Modestamente aspiro, al igual que Yolanda Díaz, a liberar al pueblo. Lo que pasa es que yo aspiro a liberarlo del aburrimiento y ella, con sus modelitos y sus peluquerías, aún no nos ha explicado exactamente de qué quiere liberarlo

Agelasta (del griego: el que no sabe reír) se está convirtiendo en la palabra de moda de esta nueva temporada. Hay peticiones en pro de que la admita la RAE para designar a los «ofendiditos» de hoy en día. Define a aquellos que se lo toman todo, pero absolutamente todo, muy en serio. Incluidos a ellos mismos.

El poder, cuando quiere mandar, siempre tiene que ser agelasta porque no puede permitirse la chufla de sus órdenes. Busquen en los antiguos relatos de las viejas culturas y verán que es raro encontrar en ellos a un Dios en el trance de partirse el pecho a carcajadas. La risa siempre será temida como el sexo (aunque solo sea íntima y secretamente), porque hay en ambas cosas algo que incomoda a nuestra soberanía personal, al dominio sobre nosotros mismos. La risa nos puede hacer perder el control, no solo sobre las cosas y los acontecimientos, sino incluso sobre nosotros mismos y sobre nuestros esfínteres. ¿Quién, con los lacrimales desbordados por las carcajadas, no ha estado alguna vez a punto de «mearse de risa»?

Morirse de risa me parece también la forma de eutanasia humanamente más recomendable. Por eso, en mi trabajo he usado -y pienso seguir haciéndolo abundantemente- el recurso de la risa. Porque modestamente aspiro, al igual que Yolanda Díaz, a liberar al pueblo. Lo que pasa es que yo aspiro a liberarlo del aburrimiento y ella, con sus modelitos y sus peluquerías, aún no nos ha explicado exactamente de qué quiere liberarlo.

Palabras que riman con «agelasta» son gimnasta, canasta, plasta, pederasta y entusiasta. Lo cual no viene mucho a cuento, pero no me negarán ustedes que con el concurso de todas esas palabras se podría hacer un soneto fenomenalmente divertido. Incluso con la última palabra de la lista propongo la variante «entusiesta» que definiría a los fervorosos de esa tradición tan española de echarse una cabezadita. Cualquier cosa antes que ser un agelasta.