A pesar del...

Bancos centrales ante el encono progresista

Una vez desatada la expansión monetaria, el poder político debe elegir la combinación de inflación y recesión que menos lo deslegitime

Uno comprende que los bancos centrales sean criticados por los economistas liberales. Sin ir más lejos, usted, señora, me ha visto condenar a menudo durante todos estos años las políticas monetarias irresponsablemente expansivas que han desplegado los bancos emisores, empezando por la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo. También los suelen censurar los gestores de inversión, pero por la razón contraria, porque siempre prefieren la expansión a la contracción: siempre preferirán un Draghi antes que un Volcker.

Pero ahora, de pronto, los progresistas, desde economistas académicos hasta columnistas solemnes de la prensa de izquierdas, han empezado a atacar a la banca central, lo que es aparentemente contradictorio, porque los bancos centrales, como suele ironizar el profesor Huerta de Soto, son el último reducto de la planificación soviética. ¿Qué está pasando aquí? Pues lo que sucede habitualmente con los progres: un análisis deficiente.

Jamás conciben a la banca central como lo que es: una estructura política. No es que, como ingenuamente pretenden, los banqueros centrales son buenos cuando inundan el mercado con liquidez y son malos cuando invierten esa política, «obsesionados» con la inflación. En ambos casos sirven a los Estados, y sobre todo a sí mismos y su propia legitimidad. Añadamos que el perfil ideológico de los economistas de los bancos centrales es generalmente antiliberal –E. Kuvvet, «Political Affiliations of Federal Reserve Economists», The Independent Review, otoño 2022.

Una vez desatada la expansión monetaria, el poder político debe elegir la combinación de inflación y recesión que menos lo deslegitime. En ello están. Por eso vienen conteniendo la oferta monetaria y alumbrando, inevitablemente, el riesgo de recesión, que se puede producir si yerran y se exceden. Nótese que el traslado de la cantidad de dinero a los precios no es diáfano, ni preciso en cantidad y tiempo. Puede tardar un año o más. Como en los Estados Unidos la oferta monetaria se ha reducido a un ritmo no visto desde la Segunda Guerra Mundial, los economistas J. Greenwood y S.H.Hanke, de la Universidad Johns Hopkins, auguraban hace poco en el Wall Street Journal una recesión este año.

Los progres, entre tanto, seguirán desbarrando, pidiendo las mismas políticas expansivas que nos han traído hasta aquí, recetando más regulación, depósitos asegurados a escala europea, y, por supuesto, pregonando que los malvados beneficios empresariales son los causantes de la inflación. En fin.