Letras líquidas

La bomba atómica de la legislatura

Solo la práctica determinará a partir de ahora el alcance de la detonación de la amnistía

Ahora que estamos de resaca de los Oscar se me ocurre que es buen momento para reflexionar sobre las consecuencias de nuestras decisiones. Todo lo que hacemos o decimos, o todo lo que no hacemos o no decimos, la acción y la omisión, anverso y reverso de la vida, todo desencadena resultados que tienen repercusiones inciertas. La referencia a los premios de Hollywood, vuelvo al principio, viene al caso por uno de los diálogos que mantienen los protagonistas de «Oppenheimer». El creador de la bomba atómica debe exponer ante la administración Truman las garantías de la ofensiva que se prepara sobre un Japón debilitado en los estertores de la Segunda Guerra Mundial: llega el momento de conocer la utilidad de lo investigado en la asepsia del laboratorio. - «La posibilidad de destruir el mundo es casi nula». - ¿Casi nula? - ¡Qué quiere!... si solo tenemos la teoría». Y en ese casi, tan preciso, tan cierto y tan científico, se concentran todos los riesgos que se asumen al apostar por una opción.

Por suerte, no todas las decisiones son de tal magnitud que se arriesgue la existencia misma del planeta. Grados hay muchos. De las irrelevantes a las decisivas. Y en este último grupo podríamos clasificar la que ha adoptado esta semana el Gobierno de Sánchez al aceptar los cambios, retoques, modificaciones o claudicaciones en la ley de amnistía, que pedían los partidos independentistas e incluir en la medida los delitos de malversación, terrorismo y alta traición. Hasta aquí la decisión. A partir de aquí, los riesgos. Todos. ¿Puede ser beneficiosa una ley que vulnera el principio de igualdad entre los ciudadanos? ¿Aumentará el desafecto ciudadano hacia la política: una norma hecha por políticos para beneficiar a políticos? ¿Potenciará las tensiones que ya existen entre los poderes del Estado? ¿Terminará convertida en otro cuestionamiento de la labor judicial, apuntando al sentido en que la norma deba ser interpretada? ¿Es posible considerarla un punto final si ya hay apelaciones a la autodeterminación? ¿Es el referéndum la única cesión que falta por concederse?

Instalados en ese terreno inestable y resbaladizo de la incertidumbre, del «casi» que no se puede garantizar en la teoría, la sociedad española encara un tiempo en el que se apela a una concordia que el Estado de derecho ya había procurado recomponiendo aquella fractura de 2017 que puso en peligro la convivencia. Solo la práctica determinará a partir de ahora el alcance de la detonación de la amnistía. Aunque si las consecuencias de la medida resultan imprevisibles, esperemos a ver las que depara la trama de corrupción del «caso Koldo». ¡Bum!