
Letras líquidas
En busca de Hedy Lamarr
Europa está obligada a replantearse sus prioridades y a dejar de postergar el impulso a la investigación y al desarrollo
Protagonizó el primer desnudo integral en el cine, se adelantó décadas a la interpretación orgásmica de Meg Ryan, llegó a ser un icono del Hollywood de mediados del siglo pasado, estrella de la Metro-Goldwyn-Mayer, estuvo a punto de ser la Escarlata O´Hara de «Lo que el viento se llevó», se casó hasta seis veces, en un ejercicio de divismo clásico, y también conoció el declive de su carrera en el séptimo arte. Podría parecer, con semejante currículum, que a Hedy Lamarr la vida le dio para mucho cuando, en realidad, le dio para muchísimo porque esa faceta artística, glamurosa, casi de «femme fatale», no fue más que una parte pequeña e intrascendente del legado que esta mujer excepcional dejó a la humanidad. Sin exagerar. Durante la Segunda Guerra Mundial, ya al servicio de Estados Unidos en el departamento de tecnología militar, puso en práctica los estudios de ingeniería que realizó en su Austria natal y, junto con su amigo el compositor George Antheil, creó un sistema de comunicación secreta, inspirado en las teclas del piano, que se aplica hoy para el posicionamiento por satélite, el del GPS, y que es, además, el precursor del wifi. Esencia del mundo contemporáneo. Y, ahora, en plenas tensiones mundiales comerciales y arancelarias, con el reajuste geoestratégico agitando sus placas tectónicas, el pulso tecnológico se impone como la cuestión decisiva, la que marcará el reparto global de fuerzas y poderes, y con los dos vectores, a oeste y este, de Estados Unidos y China, enredados en su particular competición, Europa está obligada a replantearse sus prioridades y a dejar de postergar el impulso a la investigación y al desarrollo. Embarcarse en la carrera innovadora y tecnológica es mucho más que una opción. La Cumbre de la Inteligencia Artificial celebrada esta semana en París y el anuncio de Von der Leyen del aumento de la inversión comunitaria alientan la esperanza de estar cimentando la Europa del futuro para no dejarlo todo en manos del azar y esperar a que vuelva a aparecer otra Hedy Lamarr.
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