Top Mantra

Chivos

Los escándalos menores –es fama– logran siempre ocultar los abusos mayores. La caza menor no es caza mayor, pero distrae

Cuando se juega peligrosamente, llega un día en que todo culmina en la fiesta del chivo. Del chivo expiatorio. Para el más poderoso, la ventaja de rodearse de corruptos y delincuentes a quienes otorga demasiado poder es que, si la trama delincuencial comienza a salir a la luz, dicho jefe máximo dispondrá de muchos chivos expiatorios que ofrecer en el altar sacrificial de la opinión pública, mientras él se mantiene a resguardo. «¿Veis cómo he tomado medidas, cómo he apartado a las ovejas negras?» (aunque no son ovejas: son chivos), se excusará delante de la ciudadanía, una buena parte de la cual –sus creyentes– aceptará al pie de la letra que la supuesta «regeneración» ya está en marcha porque verá desfilar hacia la cárcel a los que hasta hace un segundo eran cabecillas intocables. Los auxiliares corruptos constituyen, pues, un seguro de vida para el Líder Máximo. Además, todo lo que esté relacionado con ellos, sus idas y venidas al juzgado o la penitenciaría, generará ruido y furia, y eso distraerá al público que, mientras esté entretenido criticando y sorprendiéndose con las fechorías de unos subalternos, no mirará hacia arriba, al puesto principal en la cumbre de la pirámide del poder. «No me lo puedo creer. Me siento profundamente decepcionado. Estoy profundamente desengañado. Yo, que estaba profundamente enamorado de…», exclamarán muchos, señalando al último corrupto encausado, mientras se sienten rebasados por las noticias que detallan sus felonías. Los escándalos menores –es fama– logran siempre ocultar los abusos mayores. La caza menor no es caza mayor, pero distrae. Como bien puede deducirse, todo esto ocurre en aquellos países donde la cultura política está degradada y las instituciones no funcionan porque la corrupción las ha erosionado y, por tanto, ya no sirven de contrapesos del poder, sino de refuerzo al poder; allí donde la «Democracia» dejó de existir como sistema político para convertirse tan solo en una bandera descolorida que, como un mal disfraz, no infunde respeto, sino risa y desprecio. Suele suceder en países cuyo día nacional es la fiesta del chivo. Expiatorio.