El trípode
Cinismo, hipocresía y mentira
Vaya por delante que la violencia «venga de donde venga» es condenable sin matiz alguno
Vaya por delante que la violencia «venga de donde venga» es condenable sin matiz alguno. Hablamos obviamente en el contexto de una sociedad y un país que no está en guerra por cuanto hay guerras justas y legítimas, en defensa propia, por ejemplo, y que en cualquier caso deben ajustarse a las convenciones internacionales que las regulan como tales, condenando todo tipo de actos calificados como crímenes de guerra, genocidios, etc. Hecha esta salvedad para que no quepan dudas de incurrir en demagogia, es evidente que nos referimos a la situación que se está viviendo en España como consecuencia de la política sanchista de querer mantener el poder pagando el precio que sea necesario. No pagando él por supuesto, sino los españoles claro está. No es por tanto de extrañar que la ignominia de colocar a la nación en el trance de que su gobierno esté en manos de un político separatista huido de la Justicia española desde hace seis años para no ser juzgado y responder de sus actos –ni como al menos lo fueron otros políticos, que junto a él y con él al frente, organizaron y ejecutaron un golpe de Estado separatista–, es inimaginable en un país democrático, desarrollado e integrante de la UE. Esta conducta política ha generado un elevado grado de rechazo y crispación social en la ciudadanía, al venir acompañada, además, de una profunda mentira y engaño hacia ellos a quienes reiteradamente se les aseguró que tal política jamás se llevaría a cabo. Así las cosas, una sociedad, adormecida en gran medida y sumida en un aparente «síndrome de la rana hervida», parece se ha despertado, expresando su frontal oposición a tal ignominia nacional con indignación creciente. Y ahora que Sánchez, responsable máximo de esta penosa situación pretenda erigirse en el juez y la víctima de lo que sucede, es sencillamente un ejercicio de cinismo político total. Es tomar a los españoles por personas incapaces de discernir la realidad de la ficción, y el engaño y la mentira, de la verdad o de un mero «cambio de opinión». Que en las manifestaciones y concentraciones de repulsa se hayan integrado grupos radicales y violentos es condenable e inaceptable sin matices. Pero otra cosa es que él pretenda erigirse en presunta e inocente víctima y condenar a los que se oponen a su indigna pretensión. Que no se olvide, significa nada menos que amnistiar a los CDR por ejemplo, procesados por terrorismo urbano, y con ellos a los autores de delitos mucho más graves que los de esos violentos e inaceptables manifestantes.
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