La situación

Una coalición irrompible

Sánchez no rompe porque sería tanto como asumir que la coalición que él inventó ha sido un fracaso. Y porque podría necesitar reeditarla después de las elecciones de diciembre

Los acuerdos entre partidos para conformar gobiernos plurales es una creación de la democracia desde sus primeros tiempos. De hecho, las coaliciones solo son posibles en democracia, porque en las dictaduras no se permiten las diferencias. Pero la historia nos ha enseñado que esos gobiernos plurales están conformados por dos o más partidos que, manteniendo su identidad, aceptan un marco de relación con sus socios en el que todos ceden en algo para facilitar su labor en común. Y, cuando ese marco se rompe, también se rompe la coalición. Es la lógica de las cosas, salvo en España.

Pedro Sánchez pasará a la historia, entre otros motivos, por haber sido el primero en conseguir algunos hitos. Fue secretario general del PSOE dos veces en contra de la dirección de su partido; obtuvo el peor resultado histórico de su partido en unas elecciones; con ese peor resultado histórico fue capaz, sin embargo, de ganar una moción de censura y ser presidente, incluso sin ser diputado; y fue el primero en conformar un gobierno de coalición con partidos extremistas, pactando su investidura y su sostenimiento en el poder con Esquerra y hasta con Bildu.

Pero los libros de ciencia política también hablarán de Sánchez –y, en este caso, de sus socios de Podemos– por haber creado un nuevo modelo de coalición: aquella que está conformada por dos o más fuerzas políticas que defienden posturas incompatibles entre sí en asuntos determinantes –incluidos los asuntos de Estado: la guerra en Ucrania, Marruecos, la Monarquía, o la ley del «solo sí es sí»–, y que se descalifican por ello a la vista de todos un mes tras otro, sin que nada de lo que ocurra afecte a la existencia de la propia coalición.

Sánchez no rompe porque sería tanto como asumir que la coalición que él inventó ha sido un fracaso. Y porque podría necesitar reeditarla después de las elecciones de diciembre. Y Podemos no se va, a pesar de las humillaciones a las que le somete su socio, porque ha tocado el poder y a sus ministras les ha gustado mucho. Lo demás es secundario.