Atlético de Madrid

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#1minutoparaPanadero

La Razón
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El otro día se murió Panadero Díaz sin tenerse que morir y me dio una llorera por la calle como si fuera alguien de mi familia. Se murió sin tenerse que morir porque su aspecto no denotaba que tuviera necesidad de algo más que no fuera un poquito de chapa y pintura. Entró en un quirófano para un cambio de aceite y la cosa se complicó hasta tal punto que se nos fue, eso sí, después de soportar en estado crítico tres intervenciones más y un rato de diálisis. Así era Rubén. Se murió el eterno número tres sin tenerse que morir el bueno de Pana, ese hombre cálido, simpático, afable, irónico, ese tipo gracioso, muy salao, que bromeaba continuamente sobre la dureza de aquella defensa del Atleti a la que daba miedo hasta darle las buenas tardes. Bromeaba pero no mentía, ojo, que para eso era Panadero Díaz, patilludo, melenudo, sin depilar, una de las razones por las que a los colchoneros se nos llama «indios» ( a mucha honra) y uno de los tipos que nos dio la Intercontinental cuando los alemanes del Bayern se rajaron pensando que la final había que ganársela a los once argentinos del Rojo. Se ha muerto sin que le hayamos dicho muchos de los aficionados atléticos que formó parte de un equipo que nos representaba, que fue el primero al que nos enganchamos los niños de entonces, que nos dio el orgullo que después se nos hurtó desde el palco. Pero si la admiración desde la grada era enorme, al conocerle de cerca creció. Al Pana le adoraban sus hijos, le amaban muchísimo. Esto puede que crean Vds que es algo casi normal, que es lo natural. Cuando lo único que tienes en común con tu padre, como fue mi caso, es un equipo de fútbol y aquel once del Atleti, Panadero siempre será parte de mis pocos recuerdos felices de la infancia. Y si la patria es la infancia, Rubén es parte de mi patria emocional e hizo por mi alegría mucho más que mi casa. Jaime Latre dejó que solo pudiéramos dedicarle la otra tarde trece segundos de silencio. Nuestra directiva no es capaz de intuir que merece una placa en el Paseo de Las Leyendas y no le trató bien cuando regresó hace unos pocos años, que es la misma que permite que tengamos un grupo radical que nos sigue avergonzando. Eterno Panadero, gracias por todo.