Música
A bombo y platillo
Marzo y abril son los meses en los cuales la mayoría de las entidades musicales realizan las presentaciones de sus siguientes temporadas. Así hemos conocido en los últimos días las del Covent Garden, Ópera de Viena, Zurich, Munich, Hamburgo, París, etc. y también las sinfónicas. En nuestro país las del Liceo, Real, ABAO, Ibermúsica, CNDM o los más próximos festivales de Santander, Perelada o la Quincena donostiarra. En toda nueva temporada hay dos aspectos, fondo y forma, el contenido y cómo se da a conocer. Hay quienes simplemente lo hacen en octavillas o anexos en los programas de mano y hay quienes lo hacen a bombo y platillo. La forma permite ver los ánimos de las organizaciones o los cambios de mentalidad que se producen cuando cambia su gestión. También, en ocasiones, se les escapa a los presentadores algún comentario jugoso y así, hace un año, nos enteramos que el CNDM no andaba muy satisfecho con Alicante e imaginamos lo que después acabó sucediendo. La del CNDM es posiblemente la que más periodistas y políticos reúne. Unos por obligación, no en balde la mano de Antonio Moral se extiende por casi toda la península y supone una ocasión para que los alcaldes se den pompa y otros porque la labia y el entusiasmo de Moral atraen y no defraudan a pesar de la hora larga de perorata. Daniel Bianco se inventó una fórmula que funcionó eficaz y eficientemente, que son dos cosas diferentes, al colocar a la prensa en el escenario del Teatro de la Zarzuela. Sin embargo, en años anteriores ha sobresalido sobre todas ellas la de la Orquesta y Coro Nacionales, que ha realizado un espectáculo sin prácticamente parangón en parte alguna del mundo. Llenaba de público el Auditorio Nacional y ofrecía fragmentos de las músicas que sonarían en la temporada apoyados por medios audiovisuales y un relato que Félix Alcaraz ponía en escena personalmente de forma brillante. Los asistentes habían de verse necesariamente atraídos y con ganas de acudir a escucharlas en su integridad. Pero, una de cal y otra de arena, porque si las cifras sobre su coste, de más de doscientos mil euros, que circulan son ciertas, bien merece una reflexión. Nada que objetar si la OCNE nadase en la abundancia, ya que, como se ha expuesto, el espectáculo es brillante, pero este no es el caso. De hecho, y aquí radica uno de los problemas, lo que no puede suceder es que se gaste casi todo el presupuesto de comunicación en un solo acto y luego no quede prácticamente nada para promocionar cada concierto semanal o, incluso, vaya en detrimento sustancial de los solistas a contratar. Lo importante es llenar la sala en cada concierto y esto no lo garantiza tirar con pólvora del rey un día, sino la tenacidad e insistencia semana tras semana en la difusión de las actividades. Anteayer hubo una presentación reducida, ¿seguirá existiendo la multitudinaria?
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