Restringido
¡A las mariscadas!
No se confundan. No es cuestión de barricadas, sino de mariscadas. No hay banquete político más suculento y nutritivo que el de La Moncloa y lo que está en juego, al menos en la mente de Pedro Sánchez y compañeros mártires, no son los principios, la ideología o el bien general, sino pillar la Presidencia y repartir a diestro y siniestro con el BOE. Y después, que salga el sol por Cartagena. Es un desatino de proporciones bíblicas asumir que al PSOE sólo le separa de Podemos la convocatoria de un referéndum independentista en Cataluña. Ya me dirán ustedes que tiene que ver el partido de Felipe González con el que aplaude a los verdugos chavistas en Venezuela, cierra acuerdos televisivos con los ayatolás, se emociona viendo como apalean policías y va a las herrikotabernas a elogiar la perspicacia de ETA. Llevamos ocho días haciendo cábalas sobre los apaños necesarios para que Rajoy o Sánchez puedan formar gobierno y apenas hemos reparado en que buena parte de los cinco millones de votos cosechados por Pablo Iglesias vienen de las filas proetarras de Bildu, de los abertzales de Geroa Bai, de los anticapitalistas de la CUP, de los despistados del BNG, de los independentistas de Colau y de los cipayos de Compromís. Hay cuadrillas con las que, en un país europeo, moderno y democrático, no se puede ir ni a recoger billetes de 100 euros. Hace meses que abandoné toda esperanza de que Sánchez y una amplio sector de las bases socialistas se desprendieran de sus complejos respecto a los podemitas, y en lugar de buscarse en ellos, les hicieran frente. De verdad, enarbolando la bandera del progreso, reivindicando el papel hegemónico del PSOE y proclamando que no puede ser «progresista» quien ovaciona el asesinato terrorista, alimenta el nacionalismo excluyente y sintoniza con los represores. Me quedaba la ilusión, porque a uno también le condicionan los sermones de las tertulias, de que venía al rescate Susana Díaz, pero hasta eso se ha evaporado. A la hora de la verdad y mientras sopesa sus posibilidades de asaltar la Secretaría General, todo lo que ha hecho la presidenta andaluza, secundada por los principales barones socialistas, es exigir que la formación morada renuncie públicamente al referéndum para el derecho de autodeterminación de las regiones de España. Pablo Iglesias y sus cuates no van a decir que renuncian. Sólo que lo aparcan, porque no es el momento. Y Sánchez y los hijos políticos de Zapatero, a lomos de un desquiciado pentapartito que apellidarán «progresista», se meterán en La Moncloa y se pondrán morados.
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