Restringido

Acoso a la justicia

La Razón
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Las manifestaciones de los independentistas en Barcelona, bajo los paraguas, en torno al Palacio de Justicia y en la plaza de Sant Jaume, con motivo de la apertura del proceso por la celebración del simulacro de referendum ilegal del 9-N son «un ataque directo y sin paliativos» a la independencia de la Justicia, según advirtió el propio Tribunal Superior de Cataluña. No le falta razón. Se trata de un acoso a la Justicia en toda regla, con gritos de «¡Independencia!» y «¡Fuera la Justicia española!». Esto nada tiene que ver con la oportunidad o inoportunidad política de este proceso judicial. Va mucho más allá. La presión de los secesionistas y de sus cómplices, como la alcaldesa Ada Colau, amiga de barricadas y despropósitos, está poniendo a prueba la independencia de la Justicia en Cataluña. Un paso más en el camino del no retorno. Esta intolerable presión política sobre los guardianes de la legalidad puede resultar irresistible u obligarles a ser héroes. Casi a la misma hora se saludaban educadamente en el hotel Majestic el Rey y el presidente en funciones de la Generalidad, Artur Mas, que hoy, 75º anversario de la ejecución de Companys –¡también es casualidad!–, está citado ante el tribunal por la misma causa. Es la primera vez que se encuentran los dos después de las elecciones del 27-S y lo han hecho como si aquí no pasara nada. Al menos, un signo de normalidad. La Justicia, como se sabe, se hace en nombre de la Corona y del pueblo.

Dos partidos han salido, en este difícil trance, en defensa clara de la legalidad vigente, de la unidad de España y de la independencia judicial: el Partido Popular y Ciudadanos. Se supone que el electorado español seguirá tomando nota de cara a los comicios del 20-D. El Partido Socialista sigue jugando tibiamente, en la «cuestión catalana», a la equidistancia y la componenda. Ni sí ni no, sino todo lo contrario. Y las fuerzas a su izquierda, tanto viejas como emergentes, más que a la equidistancia juegan a la confusión y al desbarajuste, casi al antisistema, como hace la activista convertida en alcaldesa de Barcelona. Tampoco es edificante el comportamiento «soberanista» de las sucursales sindicales de CC OO y UGT en Cataluña, unidas a esta protesta infame. Habrá que evitar que, entre unos y otros, hagan inevitable el dilema que cada día se va abriendo paso: «O cárcel o independencia». Un proceso u otro. Ya veremos.