Elecciones Generales 2016
Alarma en los graneros
No parece que el debate a cuatro celebrado este lunes vaya a acarrear grandes movimientos de placas en el electorado. Más bien lo visto y oído en la academia de televisión, y ya ampliamente analizado, lo que ha venido es a apuntalar las tendencias marcadas por los sondeos. Los principales candidatos pasaron el trance, no cometieron errores y ahora vuelve a tocar el riego de la jardinera donde más falta hace. Cataluña y sobre todo Andalucía han sido históricamente los dos principales graneros de votos de las hasta ahora formaciones hegemónicas. A la hora de optar a un resultado que acerque a opciones de gobierno, para el PP la comunidad andaluza es vital; para el PSOE son vitales las dos. Y lo que estamos viendo y escuchando en este primer tercio de campaña no sólo demuestra el papel clave de estas comunidades, sino que vuelve a destapar en paralelo el fantasma de una España desvertebrada. Los graneros de votos socialista y popular están en situación de riesgo y por ende lo que peligra no sólo es ese concepto general de convivencia que se ha venido denominando «solidaridad interterritorial», sino la propia integridad territorial del Estado a tenor de algunas propuestas aumentadas de decibelios. Escuchar a Pablo Iglesias la defensa de un referéndum de autodeterminación en Cataluña y a Ada Colau abogar por la «soberanía de la nación catalana» va mucho más allá de la estrategia para mermar a un renqueante independentismo reflejado en la crisis del Gobierno de Puigdemont, sobre todo porque deja abierto en canal el melón territorial desde el minuto uno a partir del 26 de junio. Hay además otras atentas miradas como la del País Vasco, donde el último «sociómetro» situaba a Podemos como fuerza predominante.
El hecho de que Ciudadanos esté volcando el grueso de sus esfuerzos precisamente en Cataluña tampoco escapa a esa dinámica por garantizar el voto consolidado en origen. Que radicales secesionistas pretendan reventar mítines de Rivera al grito de «rompamos España» no perjudica las opciones de esta formación, todo lo contrario, pero se muestra como otro elemento más en esa línea distorsionadora de una campaña que se esperaba discurriese por otros derroteros. El granero principal, el andaluz –comunidad que aporta 61 escaños al Congreso, casi un 18%–, no escapa a este movimiento tectónico. Cuando la presidenta Susana Díaz insiste en que Andalucía no pagará los excesos de Colau subyace una preocupación creciente ante el lento pero firme avance de Unidos Podemos –le arrebataría un escaño al PSOE en Jaén– y ante la consolidación de un PP que casi iguala a los socialistas. La reciente encuesta de este periódico viene a certificarlo recordándole probablemente a Díaz que si el PSOE es relegado a tercera fuerza el 26-J se producirá la curiosa paradoja de que, sea ella u otro quien aspire al puesto de Sánchez, se encontrará el lunes 27 con el mismo dilema: elegir entre Rajoy e Iglesias. En los dos casos, futuro incierto para el PSOE, pero en el segundo es España la que podría «irse a negro».
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