Alfonso Ussía

Amor al escudo

La Razón
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Sitúense. Un notable ingeniero de ACS, que percibe por su excelencia profesional una gran remuneración, consigue –como es su deber laboral– que el túnel cuya ejecución le ha sido encomendada no se derrumbe. Amparado por tan extraordinaria aportación a la ingeniería, el notable ejecutivo exige a su empresa un desproporcionado aumento dinerario. No lo hace él, sino su representante, don René. El Consejo de Administración de esa empresa, en la que tienen invertidos sus ahorros importantes financieros, decide que hay ingenieros y ejecutivos tan capacitados como el responsable de que no se haya derrumbado el túnel y no aceptan sus exigencias, por mucho René que se llame el representante del ejecutivo. El dinero privado no tolera esa especie de chantajes. El ejecutivo es expulsado y busca trabajo en Inglaterra o Alemania. Como es un buen ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, su hermano, a pesar de llamarse René, le consigue un magnífico contrato en una empresa privada inglesa.

Sitúense. Un notable futbolista del Real Madrid, que mete un gol de cabeza en el último minuto de la final de la Copa de Europa, y que simultáneamente es el protagonista de los mayores codazos antideportivos y penaltis cretinos en su propia área, exige a su club un desproporcionado aumento dinerario. No lo hace él, sino su representante, que casualmente se llama don René. La Junta Directiva de ese club, que administra con sobria precaución el dinero que no es suyo, acepta el chantaje y decide no aceptar del todo las exigencias de su jugador, pero sí asumir en un altísimo porcentaje sus sociales demandas. Y pasan de ofrecerle al jugador seis millones libres de impuestos por cada temporada, –el dinero que prudentemente administran los directivos no es suyo sino del Real Madrid–, y en lugar de mandar al besador del escudo a freir monas, acuerdan pagar al futbolista nueve millones de euros de ficha, con los impuestos pagados por el Real Madrid, hasta el año 2020. Diferente adopción de demandas y solicitudes.

Sitúense. El futbolista y su representante, don René, han creado una red de rumores ayudados por periodistas perfectamente ensamblados en los intereses de ambos, del jugador que ama al escudo, y lo besa, y don René. El presidente del club es el mismo que preside la empresa en la que tiene invertida toda, o gran parte de su fortuna, y que termina de despedir por sus exageradas pretensiones, al gran ingeniero de Caminos, Canales y Puertos que proyecta túneles que no se desmoronan. Pero en el club, su reacción es diferente. Asume el chantaje de quien ama el escudo y lo besa, y confiado en el gran amor que profesa a su club, que no a su empresa, le firma un contrato por nueve millones de euros libres de impuestos hasta el año 2020. Además de ello, sueldo mensual, primas por vencer, dietas por viajar y toda suerte de ventajas que el club, no el jugador, aporta por el simple hecho de pertenecer a su plantilla. Él ama al escudo y lo besa, entre codazo al contrario y pena máxima consumada por una entrada tonta. Al ingeniero que no se le caen los túneles proyectados se le indemniza y pone de patitas en la calle. Al futbolista que ama al escudo, se le conceden todas sus exigencias, no vaya a enfadarse don René.

El mundo está así de mal escrito. Con presidentes tan antiguos, cazurros y pobres de solemnidad como don Santiago Bernabéu, el hermano de René estaría junto a René buscando un nuevo club que saciara sus demandas económicas. Pero el complejo entretejido que predomina en el fútbol español, saciado de comisiones y subcomisiones entre entrenadores y representantes, ha coronado al desleal con el laurel del amor al club, y su infidelidad se premia con la generosidad de una inversión económica de los socios del club, que no están en su mayoría, dispuestos a creerse el cuento del amor y el beso al escudo.

Lo que ha hecho ese futbolista en el Real Madrid ha sido, simplemente, cumplir con su obligación. Se trata, probablemente, de un futbolista extraordinario dotado de una fuerza natural fabulosa y una inteligencia carente del menor interés. Pero se ha salido con la suya. Sabe de los entresijos del deporte y de la cobardía de sus dirigentes. Al fin y al cabo, aunque ame tanto al escudo, conoce a la perfección el origen del dinero que va a recibir a cambio de su estrépito sobre la yerba.

Que es un dinero de muchos, en el presente caso, humillantemente administrado. Enhorabuena a René.