El desafío independentista
Ande yo caliente...
¡Ríase la gente! ¡Por no llorar! Eso pensarán los políticos catalanes. Avistan ya el horizonte electoral del 21 de diciembre y, al menos los independentistas, han decidido que se acabó la comunión de las izquierdas. Que cada uno a lo suyo, que tonto el último, que van a asegurarse el mayor número de escaños y que eso se traducirá en estrategias diferentes a las ya exhibidas. En resumen, sálvese quien pueda. A estas alturas de la película, hay que asegurarse el papel protagonista. Me da que ERC no tiene intención alguna de repetir en una lista conjunta con el PdCat. Los de Junqueras hablan ahora de la necesidad de unir transversalmente a las izquierdas, cuando saben que es misión imposible sumar, en sus filas, a los podemitas. Por su parte, los de Puigdemont querrían repetir una coalición de tipo JxSi porque saben que sufrirán en diciembre, por mucho que él les represente desde una cárcel. Los anticapitalistas de Anna Gabriel no se avendrán al sistema, ni a sus compañeros de viaje. Y en medio este contexto caótico se comprende la alegría creciente entre los de Iglesias y Doménech, claves del futuro catalán. Me los imagino junto a Ada Colau, frotándose las manos, campeones de la ambigüedad, por encima de las demás formaciones nacionalistas. ¿Y qué me dices de los políticos fugados? Seguirán en suelo belga durante un tiempo, paseando tranquilamente, mientras se materializa su extradición. En su película loca, aunque largamente premeditada, la realidad supera a la ficción: hemos visto a Puigdemont declarar una DUI y suspenderla al siguiente segundo, para volver a proclamarla unos días después y, a continuación, desaparecer, ante la sorpresa de sus propios colegas de partido. Después hemos asistido –quién nos lo iba a decir– a la aplicación tranquilísima del artículo 155, a manifestaciones multitudinarias de esteladas o de senyeras –según el caso–, a escenas de independentistas arrancando, furiosos, banderas españolas de edificios púlicos. Hemos sido testigos de un doloroso y multitudinario éxodo empresarial. Así que hoy, en medio de esta trama de rebeliones, cárceles y escapadas, no me preguntes por el desenlace catalán. Ni siquiera sé decirte si las luces de Navidad se encenderán este año en las poblaciones del Procés, como propone el diputado Joan Tardá, en un alarde de creatividad. Sólo sé que cada cual se buscará la vida. Sólo espero una altísima participación el 21 de diciembre, y que triunfe el seny.
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