José María Marco

Aprendiendo

La Razón
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La nueva política no parece estar sirviendo para impulsar las reformas en nuestro país, pero a cambio nos está dando algún rato de entretenimiento que no viene mal en estos tórridos días del mes de julio. Uno de ellos ha sido el del cruce de negociaciones para la Presidencia del Congreso, llevadas en paralelo –paralelo estricto, sin comunicación entre ellos– por Iglesias, con los independentistas republicanos catalanes, y por Errejón, con los socialistas. Se ve que el mundo real es más complicado que los pasillos de Somosaguas...

Aún más pintoresca ha sido la sobreactuación de Ciudadanos al enterarse de que la Mesa del Congreso en la que se han hecho con la vicepresidencia primera contó con unos votos misteriosos de más, que podían venir –o no– de las filas de los nacionalistas/independentistas. Sorprende, en personas que tanto presumen de juventud, la falta de reflejos para aclarar lo sucedido de inmediato. Y sorprende aún más que para disimular la ingenuidad, vamos a llamarlo así, saquen a relucir una batería de amenazas de grueso calibre e incluso el aviso, poco elegante, de que un posible sí al PP depende de que no esté Mariano Rajoy.

Más de fondo, el episodio pone de relieve hasta qué punto las nuevas organizaciones tienen dificultades para cambiar de verdad la vida política española. Y es que tampoco ellos han conseguido variar el hecho básico de que, a falta de mayoría absoluta o estable del centro derecha o de la izquierda nacionales, los nacionalistas siguen siendo necesarios para estabilizar la situación. No se trata de gobernar con los nacionalistas. Se trata de gobernar. Y para eso, hay tres caminos. O se consigue mayoría absoluta, que es algo a lo que ningún partido nacional aspira por ahora y menos que nadie las nuevas formaciones, que quieren gobernar sin ganar en las urnas. O se acepta el apoyo, aunque sea coyuntural, de los nacionalistas. O se forma una mayoría, de cualquier tipo que sea, entre los partidos nacionales.

Muchos habían pensado que las pérdidas del Partido Popular se verían compensadas por el respaldo a Ciudadanos. Que no haya ocurrido así es toda una lección acerca de cuál debería ser el futuro del centro derecha nacional. Mientras se aclara esto, Ciudadanos puede contentarse con el papel de especialista en reformas sectoriales. Aun así, habrán de comprender que para gobernar un país como España hay que tener la mente muy abierta y muy despierta.