España

Arte y delito

Con la obra cumbre del arte del siglo XX a sus espaldas, ETA ha entregado los petardos de la verbena. Que conste que mi artículo se iba a titular «Arte y delito» desde antes incluso de que me encaminase a pasar la mañana en Arco como un jubilado a ver el estado de las obras (iba a hablar del amor de los delincuentes políticos por la pintura cara), y antes incluso de esta «performance» estético-militar, pero el azar ha jugado a mi favor por una vez y no lo he tenido que cambiar. Es una demostración de que vivimos en un mundo hiperculturizado y sólo hay que tener paciencia porque el delito es perseverante y se acaba imponiendo. No sé a qué espera Wert, ahora que ya tenemos Ley de Propiedad Intelectual, para reclamar (a los verificadores) derechos de autor por la exhibición del «Guernica», ya que los herederos no lo harán, pues son franceses y cenan pronto. Bien pensado, si Picasso pintó a Stalin, qué más da que la Gestapo vasca exhiba ese afiche adolescente. Ha llegado el momento de citar a Antonio Saura, que tenía yo ganas, y su libelo «Contra el "Guernica"» (1992), cuyos aforismos se encabezan con «odio», «detesto» y «desprecio». Me sumo. «Detesto al "Guernica"porque, a pesar de las balas y las bombas, su imagen de luto y de oficio de tinieblas podrá perpetuarse». Así ha sido. España tiene un problema museográfico serio. La pintura que vertebra nuestro arte moderno y las colecciones del Reina Sofía es la fúnebre historia de una masacre, la misma que vertebra el museo de los horrores de ETA. Será el azar de nuevo, pero coincidir en ese gusto por lo tétrico nos hermana con el vínculo de la sangre. Y por si no queda claro, recordar, como Saura hizo, que el «Guernica» llegó a España escoltado por expertos en terrorismo y seguimos vigilados por ellos.