Cristianismo

Asís

La Razón
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Con un gesto profético y en su día muy discutido, Karol Wojtyla decidió, hace treinta años, convocar en la ciudad de Asís a representantes de las más importantes religiones de la tierra para unir sus voces y su acción en favor de la paz del mundo.

Los «guardianes de la fe» le reprocharon al papa polaco que su convocatoria podía parecer una justificación del sincretismo religioso y de un irenismo un tanto ingenuo. De nada sirvió porque Juan Pablo II siguió adelante con su idea y a la ciudad de San Francisco acudieron los líderes religiosos más destacados del planeta. No para rezar juntos – exigieron los opositores que se especificase el matiz– sino «para estar juntos y rezar».

Los que tuvimos la suerte inmensa de vivir aquella jornada no la olvidaremos nunca porque allí nació lo que luego se ha llamado el «espíritu de Asís». De que éste no desapareciera se ha encargado, entre otras instituciones, la Comunidad de San Egidio que cada año celebra en diversas ciudades del mundo jornadas de oración por la paz con nutridas y cualificadas representaciones ecuménicas e interreligiosas.

Francisco no ha querido dejar pasar la ocasión de este trigésimo aniversario sin convocar una nueva cumbre significativamente titulada «Sed de paz», que tendrá lugar mañana martes siempre en la ciudad del «poverello».

Días antes de acudir a Asís, celebrando en Santa Marta una misa en sufragio del sacerdote francés Jacques Hamel degollado el 26 de julio pasado por dos jóvenes terroristas, el Papa exclamó: «¡Qué bueno sería que todas las confesiones religiosas dijeran: matar en nombre de Dios es satánico». Palabras que han impresionado a cuantos las oyeron o las han leído (entre estos últimos el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker), y que reflejan con nítida claridad un pensamiento que Francisco ha repetido hasta la saciedad: en ningún caso puede invocarse una justificación religiosa para matar a alguien y quien lo haga es un blasfemo. Ahora se trata de que las voces de todas las religiones proclamen al unísono esta verdad.