El desafío independentista
Aumenta el desafío
La toma completa del control policial por parte de los separatistas en Cataluña hace que aumente la tensión a poco más de dos meses del referéndum. Los duros se han hecho con el poder completo de la Generalitat depurando a los moderados que eran la última esperanza de una salida negociada. Ya no hay marcha atrás. No queda sitio para el diálogo. Las urnas están en camino y Junqueras, el verdadero cerebro de toda la operación, sueña con que el 1 de octubre estarán llenas de votos a rebosar. Los «mossos», encargados de defender el orden y la legalidad vigente, se van a encontrar entre la espada y la pared. Entre dos «legalidades». Saben que pueden ir a la cárcel si participan de la secesión y saben que perderán el puesto si no lo hacen. Las purgas no han acabado. La agobiante presión del ambiente social y del comprometido poder local puede hacer sucumbir a muchos. El papel de los sindicatos policiales se antoja decisivo. El Gobierno de la Generalitat tiene previsto aumentar la tensión, hasta forzar el enfrentamiento, a medida que se acerque la fecha señalada. En torno a la Diada del 11 de septiembre pretenden provocar problemas de orden público con ocupaciones masivas de edificios estratégicos del Estado. Será la prueba de fuego para comprobar el comportamiento de los «mossos » y la respuesta del poder central.
Hasta ahora el Gobierno español sigue afirmando que sabe bien lo que hace en cada momento y que tiene claro lo que va a hacer para evitar la celebración del referéndum. Y sigue dando seguridades de que dicha consulta popular no va a tener lugar. Parece que lo fía todo al estricto cumplimiento de la legalidad. Lo que pasa es que los separatistas catalanes han dado sobradas muestras de despreciar la legalidad constitucional y de estar decididos a saltársela a la torera, incluso con arrogancia, suplantándola por su propia legalidad. Da la impresión de que, con su actitud de esperar y ver, Rajoy, que mañana vuelve a Cataluña, va detrás de los acontecimientos, a remolque de los mismos, y que la iniciativa la llevan Junqueras y Puigdemont, el enterrador de Convergencia. Llegados a este punto, los socialistas de Sánchez e Iceta, imprescindibles, comprueban que sus intentos de suavizar tensiones con quiméricas reformas constitucionales o rebajando la deuda de Cataluña no sirve para nada en este momento. Acaso tenga hoy, aireándolo, un efecto contraproducente. Sirve para dar falsas razones y envalentonar a los partidarios de romper con España. Por lo demás, ha quedado claro en la «cumbre» del PSOE con Podemos que la cuestión catalana es el principal obstáculo para la pretendida unión de las izquierdas. En esto no se puede contar con el errático Podemos. Al nuevo jefe de los «mossos», Pere Soler, le da pena España. Conviene tomar nota.
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