Julián Cabrera
Benévolos proislamistas
Vaya por delante que ni pertenezco a cofradía alguna, ni dedico un minuto de mi tiempo a las actividades de ninguna hermandad religiosa, más bien me incluyo entre la masa de católicos no practicantes si por ello se entiende no acudir a misa con asiduidad o no tener cuerpo ni piernas para aguantar el tipo en una procesión. Una escasez de compromiso sólo proporcional a mi respeto por la libertad religiosa y mi admiración hacia quienes desde el humanismo cristiano dan constantes lecciones de desprendimiento y compromiso social. Conozco y reconozco a cofrades, a miembros de hermandades de Semana Santa e incluso a compañeros de profesión periodística que viven estos días en su condición de costaleros un sentimiento y una entrega que por encima de todo me produce una muy sana envidia. Tal vez por ello me resulte más chocante presenciar el lamentable espectáculo de sectarismo y de manipulación política que crecientemente ofrecen los responsables municipales de los podemos, ganemos, ahoras y mareas varias, jaleados por Izquierda Unida y con el indicativo silencio del PSOE en importantísimas ciudades a la hora de hacer el vacío a todo lo que supongan manifestaciones de tradición cristiana y cercenar cualquier apoyo institucional en un país, no olvidemos, con inmensa mayoría de población católica confesa. Nada más lamentable ni peor fatalidad. Escribir en defensa de la libertad religiosa y de ritos como el de la Semana Santa horas después de vivir otro brutal ataque del terror yihadista contra la libertad que representa el mundo occidental. Lo de ayer en Bruselas viene a reforzar la idea de que, o mantenemos –todos– una meridiana línea común de actuación, o estaremos dando argumentos a los asesinos. Alguien en Podemos debería reparar en su no presencia en el pacto contra el terrorismo yihadista. Eso despejaría dudas sobre otros debates.
El consistorio de la capital del Estado gobernado por Ahora Madrid no ha dudado en destinar a las actividades de la Semana Santa la misma cantidad –ciento cincuenta mil euros– que a las confesiones islámica y budista, tan igualmente respetables como manifiestamente minoritarias; en Ferrol el ayuntamiento contraprograma con otras marchas más «laicas», sólo resta equiparar la procesión nazarena a las nocturnas santas compañas que en forma de sapo y lagartija caminaban hacia el cercano san Andrés de Teixido y en Córdoba, –digamos en beneficio del califa rojo que en esto han aprendido poco de Anguita– casi se conforman costaleros y cofrades con no ser increpados por seguidores de Ganemos como el año pasado. La intransigencia podemita no acaba de asimilar que esa llana sociedad cuya defensa se arroga sienta una cabalgata de reyes o una procesión como algo propio. Resulta más rentable la tendencia ofidia a enroscarse en el anticlericalismo comecuras que reparar en determinados valores, los que, por ejemplo, representan esas monjas que recorren en África kilómetros diarios para enseñar en una escuela, reparten condones para combatir el sida y son asesinadas por un fanatismo y un terror islamista sobre el que curiosamente estos profetas del cambio no dicen ni pío.
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