María José Navarro

Cainismo

La Razón
La RazónLa Razón

A cuenta de Nadia, del caso de Nadia, hay mucha gente sufriendo en estos momentos. Sufre, por supuesto, la niña que, no vayamos a olvidarlo, está enferma, porque las patologías existen. Nadia está enferma y lo que es casi peor, está viendo viendo a sus padres pasar por comisarías, juzgados, y los verá en todos lados tratados como estafadores porque han mentido, han exagerado, han engañado a la gente de buena fe. Padecen otros enfermos, otros a los que fue difícil diagnosticar porque su caso es uno entre muchos, uno para el que es caro invertir, investigar, uno que puede que solo tenga cura o mejora con un gasto elevado. Sobre ellos caerá la sombra, la desconfianza, quizá la sospecha. Y sufre, está sufriendo mucho, un periodista que se siente engañado y que no sabe si recuperará el ánimo para continuar dedicándose a esto, no sabe si podrá seguir. Cierto es que la profesión merece reflexionar sobre el caso y sacar algunas conclusiones esenciales y algunas obligaciones básicas sobre el ejercicio de este oficio tan puñetero. Fiarse no es bueno y eso lo sabe mi querido Pedro Simón, al que a estas horas le sigue doliendo todo el cuerpo. Pero casi tan malo es cagarla como aprovechar mezquinamente ese tropiezo. Aquí, el que más y el que menos, tiene polvo debajo de la alfombra, así que venir ahora a dar lecciones de rigor es desmemoriado y tramposo. Como lo es la lectura simplista y cainita de algunos comentaristas de actualidad que se han agarrado al caso para defender que el periodismo social, ese que pretende denunciar que no todo está bien, que no todo se hace bien, dispuesto a darle nombre a los olvidados y poner el foco donde se ha cortado la luz, es, en el fondo, un instrumento al servicio de la radicalidad. Esos son los que entienden que el mejor periodismo es el que se hace sobre una mesa en El Bulli. Ánimo, Pedro, con la misma admiración y respeto de siempre.