Julián Cabrera
¿Campaña...qué campaña?
Resulta que después de tanta economía, tanta lucha contra el paro y tanta alerta antiterrorista en una de las legislaturas más difíciles que se recuerdan para un Gobierno, la campaña de cara a las decisivas elecciones generales se contempla en clave de intervenciones televisivas, collejas futbolero-radiofónicas y viajes en globo... ¡Acabáramos!
Restan sólo unas horas para que arranque una campaña electoral –probablemente la más incierta, atípica y menos ortodoxa– en la que el único elemento diferenciador con lo que estamos viendo y oyendo desde hace semanas es que los partidos políticos ya pueden pedir el voto. La campaña, en términos reales, se lleva ventilando prácticamente desde el pasado 27 de septiembre, ese domingo en el que el electorado catalán certificó un endiablado sudoku parlamentario cuyo principio de solución sólo parece tener punto de partida en la gran cita del 20 de diciembre.
El castigado elector –incluido el de la propia parroquia de cada partido– no tiene cuerpo esta vez precisamente para llenar pabellones y plazas de toros. Tal vez por ello los principales líderes, y en especial los de las llamadas formaciones convencionales, Rajoy y Sánchez, no estén teniendo más remedio que asumir su inevitable presencia en foros no precisamente convencionales.
El equipo de campaña del presidente del Gobierno, llegada la hora de la verdad del «arreón» final que supondrán estos quince días de vorágine pidiendo el voto, lleva tiempo ponderando la dosificación de su presencia en más de veinticinco programas de televisión y no pocos espacios radiofónicos o de otros soportes. Paradojas de la vida política, resulta que el gran hilo argumental del Gobierno que ha logrado sacar al país del abismo económico, revertir la tendencia del paro y ponernos a la cabeza del crecimiento en Europa se va a ventilar en un quítame allá un amigable picnic sea «en tu casa o en la mía» o haciendo acto de presencia en hábitats mediáticos donde la comodidad no se ofrecía en otros contextos precisamente como una garantía.
Lo que hay en juego de aquí a los próximos dieciocho días, y con las cada vez más coincidentes encuestas en la mano, se va a corresponder con una de las más encarnizadas batallas por el disputado voto que se recuerdan, sobre todo porque no todos tienen lo mismo que perder o que ganar. Esa vorágine es la que habrá de poner a prueba algo de lo que ya hemos visto algunas pruebas evidentes, como es la recuperación de viejas artimañas fuera del limpio juego político por parte de dirigentes que se ofrecen como paradigmas de la regeneración. Lo de Monedero a propósito del supuesto consumo de drogas de Rivera está en esa línea, y hemos de concluir que sorprende lo justo, teniendo en cuenta las inclinaciones bolivarianas del interfecto. Ya en 2013 el más rancio chavismo no dudó en sembrar la sospecha de drogadicción sobre el opositor Capriles.
En España han pasado muchas cosas en los últimos cuatro años, tal vez por eso choque más que todo se reduzca a la disyuntiva entre la experiencia y la telegenia.
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