Ely del Valle
Campaña sobre campaña
Parecía que no iba a llegar nunca, pero ya estamos aquí, en el penúltimo día de una campaña de dos semanas que empezó en enero y que sin embargo a Rajoy se le ha quedado corta. Lo ha dicho el propio Rajoy, y no crean que esta confesión no tiene su importancia, porque lo que está reconociendo implícitamente el presidente es: uno, que no las tiene todas consigo, y dos, que se ha podido equivocar en los tiempos y que, por lo tanto, la estrategia de dilatar la toma de decisiones y de apurar los plazos hasta el límite, a la que son tan aficionados él y Arriola, le puede terminar pasando una factura importante al PP, cosa que, por otro lado, choca con el optimismo que ha mostrado en los últimos días el líder de los populares, convencido de que las encuestas harán in extremis un «Cameron» y se estrellarán a su favor.
Sea como fuere, estamos en el final de una campaña en la que, menos someterse al polígrafo, se ha prometido de todo. Los partidos «gran reserva» apuran estas últimas horas intentando pastorear a los suyos de siempre para que vuelvan al redil; los de «crianza», recurren al discurso Ikea de que hay que redecorar la democracia con estilo y a bajo precio, y todos, los unos y los otros, se esmeran en pintarnos el paisaje desolador que nos espera si ganan sus adversarios.
Mañana, siguiendo con la tradición, todos los candidatos nos ofrecerán una imagen de normalidad y despreocupación, como si en vez de tener el cargo en vilo estuvieran anunciando un champú de hierbas. La diferencia en esta ocasión está que el aparente relax es solamente un paréntesis, porque tras la vorágine del domingo y los habituales análisis del lunes, la maquinaria electoral volverá a ponerse en marcha hasta desembocar dentro de seis meses en otra escueta campaña de «dos semanas». Una cruz.
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