Restringido
Cardenal Bertone
Dios me libre de caer en la tentación de juzgar a un cardenal de la Santa Iglesia Romana. Sobre todo si ese cardenal ha sido durante años Secretario de Estado de Su Santidad el emérito Benedicto XVI y posteriormente del papa Francisco.
¿Quién soy yo para juzgar a quien antes fue arzobispo de Génova, secretario durante siete años de la Congregación para la Doctrina de la Fe a las órdenes del Cardenal Ratzinger, obispo de Vercelli, rector del Pontificio Ateneo Salesiano, profesor de Derecho Público eclesiástico?
Pero si no soy digno de juzgar ¿puedo al menos hacerme algunas preguntas sin ánimo de ofender? ¿No había en la Ciudad del Vaticano o en toda Roma una digna casa para ofrecérsela al Cardenal Tarcisio Bertone al abandonar sus muchos años de servicio a la Iglesia? ¿No disponían los salesianos de un apartamento suficientemente cómodo en su amplísima casa generalicia de la Via della Pisana para ponerlo a disposición de quien entró muy joven en la congregación fundada por Don Bosco? ¿La archidiócesis de Génova o la rica diócesis de Vercelli no podían acoger a quien fue durante algunos años su pastor?
Ignoro las respuestas que habrían podido darse a estas ingenuas preguntas de un servidor pero sí sé que si al menos a una de ellas se le hubiese respondido positivamente nos habríamos ahorrado el atolladero jurídico en que ahora se encuentran el ilustre purpurado y, sobre todo, el bochorno de la Santa Madre Iglesia.
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