Crisis en el PSOE
Cebolla y el biombo
Se sabía que iba a ser una batalla campal, pero no que degeneraría en esperpento. Y es que, cuando las cosas se ponen mal, la diferencia entre una y otro se confunde.
La cosa empezó mal: los miembros del Comité Federal estaban convocados a las nueve, pero hasta pasadas las diez no se decidió la Mesa que dirigiría el debate. El enfrentamiento entre oficialistas (pedristas) y críticos era tan duro que a las 10:45 se tomaron todos un descanso. Y a las doce seguían discutiendo sobre quién debía votar: los críticos decían que la Ejecutiva en funciones –la de Pedro Sánchez– no formaba parte del censo del Comité Federal, como tampoco lo formarían los 17 dimisionarios. Total: que hasta la una menos diez no empezó el Comité Federal del PSOE. Un decir, porque Verónica Pérez, presidenta del Comité, decidió hacer un nuevo receso; y es que todos querían negociar su voto y su futuro. Un decir. Pasada la una de la tarde, el militante andaluz Sergio Cebolla, que ya había competido con Pedro Sánchez en las primarias de diciembre y junio, se postuló para disputar La Moncloa a Mariano Rajoy, reclamando de paso primarias en el partido y una gestora neutral que garantizara las elecciones internas. Los actores secundarios cobraban protagonismo a la vista del caos y el jolgorio. Puro surrealismo que aprovechó el actor principal para intentar llevarse el ascua a su sardina. Eran las dos y media pasadas cuando Pedro Sánchez ofreció a los críticos que los miembros dimitidos regresaran a la Ejecutiva, se diera por terminado el Comité Federal y se convocara otro para la próxima semana. Estaba claro que quería ganar tiempo, pero su propuesta fue rechazada tras una intervención de Susana Díaz. Y nuevo descanso.
A las 16:30 la presidenta andaluza volvió a la carga. Propuso que se votara un informe de tres de los cinco miembros de la Comisión de Garantías que proponía la creación de una gestora. Fue el punto de inflexión y los pedristas decidieron echar toda su carne en el asador. Pasadas las seis de la tarde, la Ejecutiva de Sánchez sacó una urna de detrás del panel donde ponía Comité Federal –un biombo actualizado– y pidieron que se hiciera una votación secreta para decidir o no la celebración del congreso extraordinario que Pedro Sánchez proponía. Y empezó a votar lo que quedaba de Ejecutiva... y aquello fue el punto de no retorno. No sólo porque las votaciones en el Comité Federal siempre son a mano alzada, sino porque no había orden ni control en aquella urna biómbica. Empezaron los gritos de «pucherazo» y los insultos; y la votación se paró hasta las ocho de la tarde, en que llegó el momento decisivo. El Comité Federal decidió la votación a mano alzada. Y media hora después –sin el voto de los 17 dimitidos de la Ejecutiva–, se conoció el resultado: por 133 votos en contra y 107 a favor, el Comité Federal rechazaba la celebración del Congreso Extraordinario. Su suerte estaba echada, y a las 20:28 Sánchez presentaba la dimisión. Pero a los críticos quisieron atarlo todo y decidieron que una comisión gestora, presidida por el presidente de Asturias, Javier Fernández, dirigiera el partido. Una gestora, eso sí, que tuviera representación de los dos sectores del partido. Un decir. Los críticos habían triunfado, y se reflejaba en los diez miembros elegidos: siete críticos por tres pedristas. Una integración «light», pero integración. Y lo más importante: Pedro Sánchez y su «troupe» ya quedaban fuera de los órganos de dirección del partido. ¡Lo que ha costado!
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