Luis del Val

Cena de trabajo

La Razón
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La Reina puede entenderse en griego, español, francés, inglés y alemán. Los idiomas no son imprescindibles para llegar a acuerdos internacionales, pero son necesarios en las cenas de protocolo, cuando los intérpretes han desaparecido, y resultan fundamentales para la aproximación amistosa, ese acortamiento de las distancias en personas que acaban de conocerse.

La Reina escucha al presidente de Comité de Evaluación Olímpico. Luego, sería éste quien escuchara a la Reina, y, a los postres, ambos y todos los presentes prestarían atención a las palabras del Príncipe Felipe. Fue un magnífico colofón a unas jornadas donde la ciudad anfitriona, Madrid, contó con el respaldo de todas las autoridades, de todos los partidos políticos, de todas las instituciones privadas, desde fundaciones hasta clubes de fútbol como el Real Madrid; todos contribuyeron a proyectar la mejor imagen de la capital del Estado, excepto los sindicatos, que eligieron el día en que los visitantes inspeccionaban el transporte público para convocar una huelga de transporte, pero ésa es otra historia.

Madrid, ciudad abierta, ya está acostumbrada a estos exámenes. Lo peculiar de esta visita es que el sueño de Olimpia podría despertarse por segunda vez en territorio español, como ya lo hizo hace 21 años en Barcelona, y que los beneficios serían mucho mayores que las inversiones, al estar ya construidas las mayor parte de las instalaciones. Y, aunque las esperanzas las carga el travieso diablo, Jacques Rogge, el hombre que preside el COI, no se ha recatado manifestando sus preferencias por Madrid.

El hombre que habla con la Reina, sir Craig Reedle, es un escocés que, además de ser doctor en Derecho, es Master Arts por la Universidad de Glasgow. Es probable que, antes de la cena, el Príncipe intercambiara experiencias con un hombre que ha participado activamente en la organización de las Olimpiadas de Londres, y sería de obligada cortesía que sir Craig Reedle se interesara por las dolencias del Rey, ausente de la cena, precisamente por ellas. Las relaciones internacionales se cosen y bordan con hilos finos y detalles sutiles. La basta cuerda que algunos exhiben apoyados en su poder y en su prepotencia, o en su desconocimiento, arrastra muy poco a pesar de su grosor. Parece probable que la Reina y sir Craig Reedle hablaran en inglés. Y que éste encontrara en la soberana eso que se ha dicho tantas veces: una profesional. Los más poderosos presidentes de repúblicas e instituciones puede que muestren cierta displicencia por las monarquías de cartón piedra y los principados de juguete, pero los más ilustrados sienten respeto cuando los recibe la historia de un país con más de medio milenio a sus espaldas. Se trata de algo que no puede improvisarse, como una gasolinera o un rascacielos, y que se forma con la ayuda de los años, como un bosque o un museo de prestigio. Y ése es el marco donde se llevan a cabo las cenas de protocolo, que para los anfitriones son siempre cenas de trabajo en las que deben intentar que no lo parezcan.