Cristina López Schlichting
Contra los referenda callejeros
Da igual que usted sea de Zaragoza, A Coruña, Barcelona, Valencia o Cádiz, porque me va a entender. Aquí nos han montado un referéndum para decidir cuatro chorradas, concretamente la reforma de la Plaza de España, la solicitud de un bono de transporte combinado y alguna generalidad tan vacua como hacer de Madrid una ciudad ecológica y sostenible. Ok. Aparentemente nada que objetar: vas, votas y no molestas. Y el que no quiera, que no vote.
Pues no, no es tan simple. Para empezar cuesta dinero: mesas de recogida de votos en las calles, policía municipal, empleados. Pero, lo más importante: ¡todo eso ya está votado! Lo votamos y decidimos los ciudadanos cuando reservamos un domingo entero para ir a las urnas. Nos quedamos sin «finde» fuera o sin tarde de cine para elegir a las personas empoderadas para resolver el futuro de la plaza de España o el billete de transporte. ¿O es que ahora un político no va a ser capaz de poner a los ingenieros, arquitectos y técnicos a trabajar en una solución urbana? No, yo no quiero que se vote en la calle o en el ordenador. Se vota en las urnas. No quiero que me tomen el pelo duplicando gastos y deliberaciones. Si la alcaldesa no es capaz de tomar decisiones, que deje el cargo. Podemos y los populismos pretenden hacernos creer que han inventado la democracia. Y es exactamente lo contrario porque proponen el paso de la democracia representativa a la «democracia directa», que es la sustitución del parlamento por los «colectivos en acción». O sea, el fin de la democracia.
La gente que «vota» por las calles queda encantada. No es un acto indiferente: sale convencida de que la democracia ha mejorado y que sus dirigentes podemitas son mejores y más benéficos que cualesquiera otros. El referéndum se constituye así en una magnífica maniobra de agitprop. Y si la oposición lo denuncia, se la acusa de ir contra la libertad de votar.
¿De verdad alguien cree que se debe sustituir la democracia representativa, con todos sus recursos equilibradores (Senado, Poder Judicial, Administración) por el voto directo desde el ordenador de casa? No es sólo una estupidez dejar las propias ocupaciones para decidir algo tan técnico como el que la estatua de Don Quijote vaya en el centro de la plaza o en sus alrededores, es que es antidemocrático porque, según las elecciones, es Manuela Carmena la que tiene que trabajar, y no yo.
Por supuesto, hay una franja social encantada de dedicar largas horas a informarse, debatir con sus amigos y votar. Y coincide bastante con los que no trabajan duramente para comer: jubilados, parados, estudiantes. En esas franjas Podemos arrasa, porque hace sentirse útiles a las personas, en lugar de resolverles los problemas. Estoy contra los referenda callejeros. Que quede claro. Por inútiles, caros y propagandísticos primero. Pero sobre todo por totalitarios, porque es un método sutil de socavar la democracia representativa.
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