Ángela Vallvey

Crimen

La Razón
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Estábamos tan contentos. Presumiendo de «experiencia» frente al terror. Al fin, más de medio siglo lidiando con el terrorismo se supone que le ha dado a España una escalofriante práctica que todos soñábamos con que nos protegería para siempre. De hecho, así ocurre: las fuerzas de seguridad españolas han abortado muchos atentados. No sabemos cuántos. Incontables. Sin embargo, el recurso del islamismo terrorista a la furgoneta o el camión como arma mortal, al atropello indiscriminado, es muy difícil de predecir, y por tanto de evitar. Llevamos más de dos años en un alto nivel de alerta antiterrorista, pero teníamos una sensación de orgullosa impunidad. Desde hacía meses abundaban noticias anunciando que España está batiendo récords históricos de llegada de turistas. Los turistas, se ha dicho en un alarde extraño, vienen a España huyendo de la inseguridad de los países islámicos... Incluso de Francia y Reino Unido, que ya han sido castigados de manera monstruosa con actos de terror indiscriminado. (Bueno: indiscriminado no, porque los malhechores escogen a los que más nos duelen: niños, ancianos, padres de familia...). Hace tiempo que se oyen ese tipo de declaraciones exultantes, que... ¿pueden ser tomadas como una provocación por mentes pequeñas como las de los asesinos? Los terroristas serán gente brutal, lerda, ridícula y retrasada, pero están alfabetizados lo suficiente como para sacar conclusiones de esas proclamas y detectar dónde golpear que más atormente, dónde herir para que la lesión sangre más. Cómo hacer para «bajar esos humos» triunfalistas y demostrar que no estamos tan a salvo como creemos, por mucha experiencia acumulada lidiando contra la indecencia de gentuza como ellos. No parece que reciban con agrado la idea de que España es buena haciéndoles frente. En su ataque rabioso a Europa subyace un profundo complejo de inferioridad, expresado como violencia resentida. Tristemente, lo ocurrido en Barcelona era difícil de prever. Matar es fácil, y por eso los tarados son capaces de hacerlo. No saben hacer mucho más. Su única gloria es el crimen. Cuando estos tiempos ignominiosos pasen –algo que ocurrirá, porque nada dura, y mucho menos una violencia de tanta intensidad como la que ellos ejercen–, sus nombres formarán parte de la historia de la infamia, junto a los nazis, los genocidas y los asesinos de niños. Y, por mucho que porfíen..., no, no puede haber paraíso para los malvados. Ni en este mundo ni en otro.