Ángela Vallvey

Cuidados

La Razón
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La Transición española ha sido una desilusión colectiva desde el momento en que no ha sabido –de la muerte de Franco hasta hoy– construir, cuidar, restaurar a España. España es como un edificio viejo de esos que abundan en el centro de Madrid: bello y con un pasado glorioso plagado de esfuerzos, errores, problemas y hazañas extraordinarias; poseedor de un armazón que era impresionante y avanzado en su día, cuando se ideó, pero que ya está muy deteriorado por las circunstancias y aciagas condiciones ambientales: podredumbre, parásitos, uso indebido y abuso de sus instalaciones; pocas reparaciones, caras, infladas y mal ejecutadas; maltrato de los inquilinos y desidia de los propietarios... Una obra noble, aunque tenga «vicios» estructurales; que se encuentra en franca decadencia, que precisa de un mantenimiento continuado, vigilante y escrupuloso, y no dejarla abandonada hasta que las grietas sistémicas se hagan tan grandes que amenacen con derrumbar la edificación con un simple golpe de viento. España es un trabajo en marcha, de esos que no se pueden dar nunca por acabados. Una construcción de las que se empiezan a sanear por la planta baja y, cuando se llega a la azotea, hay que volver a empezar desde el principio. Y así, para siempre. Claro que éste sería un trabajo duro, agotador, muchas veces ingrato, pero es lo que precisa la conservación del inmueble que, por otra parte, no sólo es hermoso sino acogedor, saludable y agradecido.

Durante la Transición, los padres de la patria se aplicaron justo en hacer lo contrario: deconstruirla. Deconstruir es deshacer los elementos de una estructura para poder analizarlos. Lo que para Heidegger era «Destruktion» (destrucción, en alemán) para Jacques Derrida se convirtió en «deconstrucción». España ha sido objeto de una metódica e insistente deconstrucción general, continuamente en riesgo de acabar en «destruktion» pura y simple. Nadie pensó en el «todo» de España: de ella sólo interesaban los pedazos, los fragmentos resultantes de la deconstrucción. La España segmentada difícilmente puede mantenerse en pie. Después de desmontar el chasis del edificio, lo que en principio era examen y observación, estudio y comparación de las distintas piezas de España, puede derivar en mero comercio de chatarrería patriotera, en «destruktion». Algo que suele ocurrir cuando nadie cuida del bloque, y apenas de la parte que le toca del rellano, su coeficiente de propiedad. Así se pueden derrumbar incluso los monumentos más notables... dejando a la intemperie a sus ocupantes.