César Vidal
De aquellos polvos...
Leyendo a veces ciertas columnas de opinión o escuchando ciertas tertulias se podría creer que determinados acontecimientos surgen de la nada igual que los niños – antes – venían de París o aparecían debajo de una col. El escándalo por el referéndum que independiza a Crimea de una Ucrania a la que, históricamente, nunca perteneció y abre el camino para su reintegración en Rusia es un ejemplo. La Unión Europea, especialmente Alemania, contempló con enorme agrado el desmembramiento de Yugoslavia especialmente porque comenzó por Croacia, una entidad, dicho sea de paso, antigua aliada del III Reich y teñida por el genocidio contra los serbios durante la Segunda Guerra Mundial. Esa complacencia por el final de Yugoslavia que ha llegado hasta una independencia unilateral de Kosovo se convirtió en auténtico placer cuando pedazo tras pedazo de territorio se fue desgajando de Rusia. En algún caso, como las repúblicas del Báltico, podía existir cierta lógica. Carecía de ella en otros como Bielorrusia o Ucrania. Sin embargo, muchos aplaudieron el creciente aislamiento de Rusia pese a que chocaba con tratados internacionales como el firmado por Yeltsin, Shushkevich y Kravchuk en 1991 creando una especie de Unión eslava entre las repúblicas de la extinta URSS. Incluso decidieron que no sería mala idea apuntar con misiles a Rusia –¡como Jrusshov hizo con Estados Unidos!– a pesar de que la URSS había desaparecido. Tan contentos estaban todos con hacer y deshacer a su antojo –se bombardeó Serbia sin el menor respaldo del derecho internacional y de la ONU– que, de repente, ahora todo el mundo se siente desconcertado ante las consecuencias de sus actos. Sin embargo, las naciones desgajadas de la antigua URSS son, en ocasiones, totalmente artificiales. En el caso de Ucrania, tanto en 2004 como en 2014, el veredicto de las urnas se torció en virtud de algaradas callejeras provocadas por los nacionalistas con ayuda extranjera. Ahora, inesperadamente, ha sucedido lo contrario. Se ha convocado un referéndum en Crimea y la antigua región rusa ha decidido separarse de Ucrania. Ante un comportamiento así, ¿qué autoridad moral tienen la OTAN que arrasó Serbia quebrantando las leyes internacionales y la UE que ha aceptado la independencia unilateral de Kosovo? ¿Acaso el proceso de disgregación es más tolerable que el de reintegración a una nación de la que nunca se deseó la separación? A esta situación indeseable, hemos llegado porque un día algunos pensaron que desmembrar Yugoslavia o la antigua URSS era una idea genial. ¡Necios! De aquellos polvos, vienen estos tanques.
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