Julián Redondo
Del tikitaka al ratatatá
Dicen que el fútbol del Barça se ha britanizado, lo que viene a ser elaborar menos, combinar lo imprescindible, minimizar la transición en el centro, profundizar con dos toques y chutar de portería a portería. A veces el Barcelona juega así y su control sobre todo lo que sucede en el rectángulo ya no agobia; pero también invade el campo del adversario, al que no permite cruzar al suyo salvo en raras ocasiones, propiciadas por fallos de concentración antes imprevistos y ahora contados, aunque terroríficos.
Después del 9-1 del Madrid al Granada y de los cinco goles de Cristiano, podía esperarse en el Camp Nou que Messi estimulara a sus compañeros para acortar distancias con el pichichi y mantener al rojo vivo el duelo entre ambos, incansables coleccionistas de Balones de Oro. No hubo tal.
Con la lógica efectividad y con la superioridad que otorga al Barça la comparación con el Almería en cualquier ámbito, salta a la vista que el ratatatá ha desbancado al tikitaka. Agotada la esencia por la edad de Xavi y las rotaciones de Luis Enrique, las ráfagas se imponen a las combinaciones y la adaptación es obvia, avalada por la calidad incuestionable de una plantilla excepcional.
El fútbol del Barça es menos atractivo que aquel tan inalcanzable que aburría a los envidiosos. Si el equipo de Iniesta ha conseguido desprenderse de la modorra, bueno sería que la Selección encontrara un camino similar, dadas las afinidades. ¿Y el Madrid? Aguanta en el desbarajuste y se despereza cuando puede. Después del baño que le dio el Rayo en el primer tiempo, pasó por la ducha y se espabiló, espoleado por la victoria azulgrana y la fatiga rayista, de ahí el 0-2, de la escuela del ratatatá.
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