Julián Redondo
Depresión inminente
Holanda sigue vengándose del gol de Iniesta, también en los amistosos. España, con esa imagen ya familiar de cuadrilla dubitativa y desvalida, le permite recuperar el oremus que, deslumbrada quizá por el 5-1, extravió después del Mundial.
¿Y La Roja, qué? En la UVI. Está asomada a un precipicio al fondo del cual puede leerse: depresión inminente. Pierde, y no sólo los papeles, con una facilidad que acongoja y es incapaz de sobreponerse a la adversidad. El menor contratiempo la sorprende y se convierte en una selección asustadiza, descompuesta, que entra en un doloroso estado vegetativo que la sitúa al borde del «K.O.» técnico. Se deshace entonces, y ofrece unos síntomas de debilidad y de despiste general que no son asumibles ni en plena restauración.
El dato objetivo: en tres minutos catastróficos encaja dos goles. Luego Pedro, chupando, trata de reivindicarse ante Luis Enrique; Albiol no casa con Piqué; Cesc demuestra una considerable falta de carácter; Carvajal falla lo inconcebible y Juanmi acusa la inmadurez en medio del desconcierto, de ahí las ocasiones perdidas.
Los holandeses, tan blanditos atrás como los españoles, no obstante presionan, entran al balón con fuerza, se colocan en el campo con sentido de la orientación y con más voluntad que estilo son capaces de desarbolar al frágil equipo de Del Bosque. Pero la Holanda de Hiddink, que ataca con rapidez y convencimiento, en la retaguardia concede facilidades que habría que aprovechar... Y tampoco. Ni el propósito de la enmienda de España en el segundo tiempo, ni su mayor control, ni la aparición de Vitolo ni la presencia de Morata arreglaron el desaguisado. Y así es como se pierden los partidos, la credibilidad, y los campeonatos. Urge remedio.
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