ETA

Derechos humanos póstumos

El PNV no estuvo nunca con la víctimas como se encargó de recordar la presidenta del PP vasco el sábado pasado, horas antes de la manifestación del plan B que los nacionalistas se habían encargado de preparar con toda precisión por si algún juez de la Audiencia Nacional prohibía la diseñada por los matarifes de Durango. Desde el primer momento el mal llamado nacionalismo moderado que, en principio, representan los hombres del dúo Urkullu-Ortuzar, han apostado por llegar al final del llamado «proceso» que puso en marcha el PSOE en la primera legislatura de Zapatero. Un proceso en el que se sigue hablando de la resolución del conflicto, como los etarras y sus corifeos denominan más de cuarenta años de asesinatos. Un conflicto entre las nucas de los inocentes y las pistolas de los terroristas. Escuchar, a estas alturas, gritos a favor de una amnistía para quienes permanecen en las cárceles por ser criminales convictos, o voces que califican de presos políticos a esos mismos pistoleros, es una broma macabra. Si alguna vez hubo conflicto se cerró con la amnistía general que se decretó en los albores de la Transición. A partir de ese momento, y con un proceso democratizador sin ningún tipo de restricciones en marcha, ETA no podía manejar la coartada de las libertades cercenadas de Euzkadi. Aun así continuó matando, extorsionando y secuestrando, hasta hace poco más de dos años. ¿A qué derechos humanos se refieren desde el PNV hasta los más radicales que salieron a las calles de Bilbao el pasado sábado? Los únicos derechos humanos que una sociedad que no estuviera enferma reconocería serían los derechos humanos póstumos de casi 900 asesinados y un número incalculable de heridos física y psíquicamente. Esos son los que hay que reconocer, y deben reconocerlos quienes apretaban gatillos, quienes lo ordenaban o quienes miraban para otro lado. Casi todos ellos estaban en las calles de Bilbao el sábado y perdieron la oportunidad de hacerlo.