José Luis Requero

Desarmándonos

O no hay reflexión o se queda corta o se hace a conveniencia. Es lo que se advierte con la inmigración ilegal, que todo queda planteado como un asunto de vallas y alambradas en sus diferentes modalidades o de acción policial. Un problema de control de fronteras. Queda aun pendiente –y llevamos así varias décadas– que despejemos cuestiones como qué inmigración es sostenible, cómo aprovecharla para suplir nuestro desastre suicidio- demográfico sin revolucionar nuestro tejido social, cómo captar trabajadores y profesionales cualificados, etc.

Otro tanto ocurre con otro problema colateral: el fundamentalismo islamista –ahora concretado en la aparición del Estado Islámico– pese a que se advierte que ya no es sólo un problema de Oriente Medio y que bulle en los suburbios de Europa. Aun así tampoco motiva una reflexión profunda; todo lo más se está a la eficacia de los bombardeos estivales. Me atengo a los hechos y prescindo de teorías conspirativas que lo presentan como un montaje sionista, bien para presentarnos un Islam cruel o para balcanizar Oriente Medio y debilitar así a sus enemigos.

Occidente en general pero, sobre todo, Europa, parece indefensa ante esa amenaza y refiero la indefensión a la indigencia intelectual con que se enfrenta a ella. Un aspecto aun más inquietante son las noticias de la militancia en las filas yihadistas de cada vez más adeptos procedentes de Occidente lo que, creo, merecería reflexionar algo sobre los siguientes puntos:

1º Cuál ha sido el aporte de una inmigración sin criterio ni ordenación, que se ha saldado en guetos, en bolsas de pobreza y marginalidad en Europa de la que se nutren los yihadistas.

2º Un tema incómodo: Occidente se enfrenta a esa amenaza carente de espíritu, de valores de referencia; ignorar y hasta atacar las raíces culturales y espirituales de Europa pasa factura. El laicismo ilustrado, acaba en nihilismo y eso no sale gratis. Toda desvitalización deja sin fuerzas: si a muchos europeos les interesa cual es la última pole position de la Fórmula 1, no creo ocurra otro tanto con esos yihadistas.

3º El pensamiento laicista presenta las religiones monoteístas como un peligro, por lo que promete liberarnos con su eliminación o reducción a las catacumbas de la intimidad más íntima. Esa equiparación del cristianismo con el islamismo radical ha sido el mensaje difundido en Europa y, entre nosotros, desde la Fundación Cives, las cátedras Fernando de los Ríos de Laicidad y de Teología y Ciencias de las Religiones, ambas de la Universidad Carlos III, la Secretaría de Libertades Públicas del PSOE, la Plataforma Ciudadana por una Sociedad Laica, etc.

4º Ese laicismo es contradictorio y echa leña al fuego a aupar al islamismo para neutralizar el arraigo del cristianismo en España. Más que optar por quedar tuerto con tal de ver al otro ciego, acabará ordenando las decapitaciones: primero los cristianos y luego ellos. Las actitudes de algunas de esas fuerza políticas meses atrás respecto de la catedral de Córdoba son muy ilustrativas de ese desarme moral e intelectual pues sus frutos no los recogerán las buenos musulmanes sino los radicales.

5º Un ejemplo de lo que digo fue hace unos años, cuando esa izquierda montó un congreso contra la islamofobia o cuyo negociado feminista justificaba el velo porque las musulmanas, tal vez, se «sientan a gusto» (sic) usándolo.

6º Me recordaba un exalumno de la Facultad de Políticas de la Complutense –cuna de Podemos– cómo se sinceró cierto profesor el primer día de clase: sus enseñanzas buscaban acabar con el orden existente. Difícilmente podemos defendernos cuando una parte significativa de la población –y en alza– ve con buenos ojos opciones que defienden tal demolición.

7º La indiferencia o, al menos, el silencio con que responde Occidente al martirio y el exilio de miles de cristianos ya sean en Irak, Siria o Nigeria choca con el interés con que se trata la persecución a otras minorías religiosas. Todo lo más se plantea la necesidad de una acción conjunta con el paraguas de la ONU.

En definitiva, tenemos varios problemas: un enemigo cierto no ya a las puertas sino en nuestros suburbios, la inconsciencia ante esa amenaza, las carantoñas laicistas hacia ese enemigo y la falta de recursos morales para defendernos.