Francisco Marhuenda
Desmontar el victimismo
No hay nada más efectivo que el victimismo. Desde la Transición hasta nuestros días ha sido el instrumento utilizado por el nacionalismo catalán. Pujol tuvo la habilidad de ensanchar su base electoral absorbiendo los restos de UCD en Cataluña y haciendo una política contemporizadora donde mezclaba su apoyo a la gobernabilidad, cuando PSOE o PP no tenían mayoría absoluta, con la obtención de competencias y recursos económicos. Una vez conseguida esa base que configura a Cataluña como uno de los territorios del mundo con un mayor nivel competencial y recursos presupuestarios, se ha producido el siguiente salto del nacionalismo en su camino a la secesión. Era la conclusión lógica de un proceso de estas características. En primer lugar un líder débil, Artur Mas, que necesita sobreactuar para que le perdonen que no era nacionalista, y unas asociaciones independentistas que durante décadas han sido financiadas por el gobierno catalán. A esto se ha unido un líder de ERC, Oriol Junqueras, que tiene la tenacidad del historiador acostumbrado a vivir en un archivo y la idea fuerza de que su único objetivo es la independencia, así como una gran mayoría de dirigentes de CDC y algunos de Unió que solo han vivido de la política y cuya formación es manifiestamente mejorable. Finalmente, una grave crisis económica y una población que recibe los machacones mensajes del expolio que sufre Cataluña por culpa de España.
La realidad no tiene nada que ver con las mentiras nacionalistas. Es bueno que el Gobierno desmonte los engaños que sustentan el victimismo. No me gusta que la cuestión se centre en los aspectos económicos porque ofrece una imagen excesivamente mercantilista. Es incuestionable que Cataluña se ha visto históricamente muy beneficiada formando parte de España, que ha sido un mercado cautivo, y que lo sigue siendo por más que se empeñen en decir lo contrario los economistas e historiadores oficiales del nacionalismo. A pesar de la propaganda, los gobiernos españoles han dedicado acertadamente importantes recursos al desarrollo de Cataluña y todo hubiera ido mejor si los gobiernos de CiU y del tripartito hubieran gestionado bien. La obsesión nacionalista se ha llevado por delante miles de millones de euros desde 1980 por culpa de las prioridades partidistas. El Gobierno de Rajoy tiene fácil conseguir que el fervor independentista disminuya. No creo que los empresarios, banqueros y profesionales que obtienen grandes beneficios ignoren el desastre que significa un proceso que no lleva a ningún sitio y además nunca se celebrará la consulta. Al final, otro fracaso como 1640 o 1714.
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