Pilar Ferrer

Díaz, a Sánchez: «Esto es una pesadilla»

La Razón
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Tras varios mensajes cruzados a través de personas de su confianza, se produjo la conversación telefónica el viernes por la mañana. La situación era grave por la imputación de Manuel Chaves, Gaspar Zarrías y José Antonio Viera. Pero mucho más ante la actitud de los tres, atrincherados en sus escaños en el Congreso. El desafío de Viera y el comunicado de Chaves y Zarrías ponían en una encrucijada a la dirección socialista. La promesa de que ningún imputado estaría en las filas del partido saltaba por los aires. El secretario general del PSOE acababa de presentar su gobierno en la sombra bajo un canto contra la corrupción y la presidenta andaluza ha suscrito un pacto similar para lograr ser investida. Según fuentes de Ferraz y San Telmo, ambos están indignados, pero sobre todo Susana, a quien el tema le afecta más de cerca. Y fue ella la que le hizo el diagnóstico del escándalo de los ERE: «Pedro, esto es una pesadilla».

En efecto, un mal sueño que arranca en la primavera del año 2011, cuando estalla el gigantesco fraude de los cursos de formación, la oscura trama de corrupción sobre el socialismo andaluz. Por eso, dirigentes de Ferraz advierten de que la imputación de Chaves, Zarrías, Griñán y Viera «salpica más directamente a Susana que a Pedro». Los dos últimos fueron los auténticos mentores de la actual presidenta; con ellos trabajó codo con codo y de su honestidad respondía siempre en sus declaraciones. De ahí que montara en cólera cuando se enteró de la rebeldía de Viera pasando al Grupo Mixto del Congreso. Según fuentes de San Telmo, la líder andaluza se indignó sobremanera, decidió llamar a Pedro Sánchez y pasó de hablar de su «protector» a «ese señor» que debe entregar su acta de diputado. Algunos le recordaron la defensa que hizo de Viera en septiembre de 2011, cuando era su propio jefe y ella secretaria de Organización en el socialismo sevillano.

«Con Viera nos ha salido un hueso», dicen en el partido y en el grupo parlamentario. En su larga trayectoria política este maestro de profesión, aficionado al fútbol, fue saltando de cargo en cargo hasta que Chaves le nombró consejero de Empleo de la Junta. Ahí empezó todo, en el punto de mira de la implacable jueza Mercedes Alaya. El sevillano acumulaba mucho poder y designó a Díaz como su mano derecha. Fue él quien la introdujo en las entrañas del partido en Sevilla y la valoró ante Griñán, hasta hacerla consejera de Presidencia y después su sucesora. En el socialismo andaluz todos coinciden: «Sin Viera y Griñán Susana no habría llegado a nada». En aquella época, Pedro Sánchez no existía en la dirección del partido, recuerdan en su núcleo de confianza.

La situación tiene muchas consecuencias políticas y jurídicas. Aun siendo delicada para Pedro Sánchez, pues echa por tierra sus promesas de regeneración si, en caso de negarse a dimitir como diputados, no se les expulsa del PSOE, todos coinciden en que Díaz sale peor parada. El desacato de quien fuera su jefe directo la coloca en un brete muy difícil. «Viera sabe mucho y se va a defender hasta el final», afirman dirigentes andaluces. Además, ha sido astuto y, aconsejado por sus abogados, él ya se ha dado de baja en el partido. El Reglamento del Congreso así lo permite, pues el escaño es personal y le salvaguarda como aforado ante el Tribunal Supremo. Algo que, según fuentes cercanas, también están barajando Manuel Chaves y Gaspar Zarrías. El número dos del PSOE, César Luena, se adelantó para asegurar que la renuncia a sus actas era inmediata, pero de momento ambos emitieron un comunicado en el que defendían su inocencia y presentaban un recurso ante el Supremo. Mientras, Viera está acusado de malversación de fondos públicos, Chaves y Zarrías lo son por prevaricación administrativa. «Un mal menor», se consuelan en el partido tras señalar que ello no implica «robar o meter la mano en la caja».

Expertos juristas opinan que la causa no saldrá del Supremo, dado que el propio auto del juez Alberto Jorge Barreiro lo argumenta «como una sola pieza». Es decir, dentro de una estrategia global en la Junta de Andalucía. Un gobierno al que pertenecía Susana Díaz, advierten sus detractores. Desde Ferraz subyace gran preocupación, pero también una cierta sensación de «oculto regocijo» por ver la situación y el nerviosismo de la eterna rival de Pedro Sánchez. Éste confesaba el pasado jueves su dolor por la imputación de quien fuera el presidente del PSOE, Manuel Chaves. «No es un día feliz para mí», dijo el secretario general bastante afectado. Todos los dirigentes socialistas han expresado su apoyo a Chaves, por encima de los demás. «Ha podido cometer errores, pero Manolo no se lo ha llevado», opinan en la «vieja guardia» y en la nueva dirección del partido.

En círculos judiciales destacan que la imputación era inevitable. «No había salida», recalcan. Además, inciden en la figura del magistrado Barreiro, un profesional de merecida fama. «Es muy estricto, se ha estudiado el tema a fondo y ha hecho un auto de 138 folios». Ello revela, según estas fuentes, la minuciosidad de su trabajo, construido sobre la base de una «prevaricación y conspiración de silencio» dentro de la Junta, lo que fuerza a que la causa se mantenga en el Supremo y no retorne a la mesa de la jueza Alaya. Esto podría favorecer la resistencia de Chaves y Griñán a dejar sus actas de diputados para, al igual que Viera, tener el aforamiento. Las defensas de ambos han insistido en que los informes de la Intervención sobre el escándalo de los ERE nunca llegaron a los niveles superiores del gobierno autonómico, algo que el juez contradice en su auto razonado.

En su conversación telefónica, Pedro Sánchez y Susana Díaz coincidieron en la necesidad de «soltar un lastre demoledor» que daña al PSOE por partida doble. Al secretario general, por la proximidad de las elecciones generales y a la presidenta andaluza, por su cercanía a los imputados y su pacto contra la corrupción suscrito con Ciudadanos. Este partido se ha sumado a la iniciativa del PP y Podemos en el Parlamento de Andalucía para investigar hasta el final y cercar a la presidenta «caiga quien caiga». Un alto dirigente de la Ejecutiva Federal en Ferraz lo define gráficamente: «Nosotros tenemos un grano, pero para Susana es un palo». Con una cruz, que dicen los andaluces.