Política

El asalto de los cielos

La Razón
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Antonio Gramsci es sin duda la fuente de inspiración en las hojas de ruta que populistas y separatistas han elaborado en los últimos meses y que significan el mayor reto a la democracia liberal que disfrutamos en España. Propuestas rupturistas ambas, que han seguido fielmente las enseñanzas del sardo, fundador del Partido Comunista Italiano, admirador de Stalin y declarado enemigo del Partido Socialista –al que consideraba contaminado de capitalismo–, enarbolando la idea de «tomemos la educación y la cultura y el resto se dará por añadidura». No se trata de obtener el poder participando en la democracia liberal, sino conquistarlo a través de la implicación de los agentes moralizadores, los llamados eufemísticamente «intelectuales» consiguiendo el control de la comunicación y la educación para obtener sus fines espurios de adiestramiento de las élites, y con el objetivo de implantar el proyecto comunista a través de movilizaciones populares y subvertir las leyes. Como dijo Pablo Iglesias en el congreso fundacional de Podemos, «El cielo no se toma por consenso, sino por asalto», parafraseando a Karl Marx en referencia a la primera experiencia de gobierno proletario, la Comuna de París de 1871. Gramsci es el autor de los conocidos «Cuadernos de cárcel», unas complejas reflexiones escritas en prisión entre 1929 y 1935 que condensan su idea sobre la necesidad de estimular la participación colectiva en la conquista del poder a través de la emancipación de los sectores subordinados que engloba la cultura, las ideas, las costumbres, las tradiciones y el sentido común; con la manipulación de una pretendida «sociedad civil», liderada por intelectuales. Así nos encontramos en España con el discurso políticamente correcto sobre el «15-M», fruto de la espontaneidad popular contra las políticas neoliberales del régimen constitucional o bien las «manifestacions del 11S» en Cataluña provocadas por el hastío generado por el centralismo madrileño. Pero lo cierto es que el incremento del voto populista o el proceso independentista son fruto de una ingente campaña de propaganda, ya sea con recursos bolivarianos o iraníes para los podemitas o con dinero público vertido en TV3 para fomentar el odio contra España. Gramsci teórico de la ruptura revolucionaria con el pasado a través de la agitación promovida por los llamados «intelectuales», disertó largamente sobre ello: «La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios». Como buen comunista deseaba la implementación de la dictadura del proletariado y señalaba que el Estado era mucho más de lo que aparentaba. En Catalunya el control de la sociedad civil a manos de los separatistas es total, gozando de la connivencia de un estado débil y cobarde que ha cedido todos los resortes de control y poder a una «sociedad civil» creada desde los medios de comunicación, idea que diseñó Pujol siguiendo los dictados de Gramsci. El éxito de Podemos es su rápida y efectiva proyección a través de canales de TV, el éxito separatista es la masiva inversión en medios de comunicación. El estado debe aprender a defenderse a través de la propaganda en la educación y la cultura. El asalto de los cielos ha empezado.