Julián Redondo

El color del talento

La «Novena» de Beethoven, sin violines; el «Oye cómo va» de Santana, sin la guitarra rítmica; el Real Madrid, sin Modric. No es lo mismo. La sinfonía sería difícil de escuchar; la pieza principal del «Abraxas», irreconocible sin el punteo; el equipo de Ancelotti, sin embargo, puede jugar sin Luka y hasta golear, pero no, no es lo mismo. Consigue también alcanzar con holgura el objetivo en ausencia de Cristiano Ronaldo, sancionado por el Comité de Competición con aplicación estricta del reglamento que las instancias superiores ratifican.

El Elche salió goleado del Bernabéu y no tuvo la sensación en casi todo el partido de que era inferior. Encajó un primer tanto discutible porque nació en un fuera de juego de Benzema, invisible para el asistente, que no lo señaló. Más tarde llegó el de Bale, un golazo que justificó su alineación, porque no hizo ni más ni menos. Gareth suma una decena de goles en Liga y ha encadenado casi más lesiones que partidos. Normal cuando la pretemporada empieza en diciembre. De no ser por esos latigazos, o chispazos, o geniales destellos, plantear un debate entre dos madridistas sobre su aportación al juego del equipo podría empezar y terminar así: «¿Sabes que juega Bale?». «¿Ah, sí? Oye, te dejo que se me queman las patatas».

Modric es otra cosa, el «reggista» de Ancelotti, parte del equilibrio y el irrenunciable 4-3-3, con Di María en el flanco izquierdo de Xabi Alonso; sin el croata, el Real Madrid pierde sentido y sensibilidad, carencias que suple con un plus de talento que es envidia universal. En ocasiones, a este equipo le basta un cuarto de hora de Isco para celebrar cuan inmensa e inagotable es la calidad de su plantilla.