Fernando Rayón
El contable Rajoy
Ha comenzado la campaña electoral con un debate bastante revelador. PSOE y Podemos le dicen a Ciudadanos que es de derechas y Albert Rivera dice que no lo es. La razón es que el triple empate que vaticinan las encuestas entre PP, PSOE y Ciudadanos se nutre fundamentalmente en un robo de votos entre las tres formaciones. Los votantes del PSOE se van a Ciudadanos y Podemos –la mayoría al primero– y por eso Pedro Sánchez se empeña en reubicar al candidato catalán. Comprendo que el PP no pintaba nada en aquel debate. Como tampoco pintará nada Sánchez en el debate con Rajoy. Los votos de centro, aquellos que hacían ganar a uno u otro partido hasta ahora, se han ido a Ciudadanos, por mucho que no les guste a unos y otros. Pero esta irrupción, como dicen los expertos en demoscopia tampoco garantiza nada. La razón: la Ley D’Hondt que rige en España y que penaliza a terceros. Hay en España 26 provincias que eligen entre dos y cinco diputados; en total 102 escaños. Y es en esas provincias donde se van a decidir las elecciones por primera vez en nuestra democracia. Hasta ahora eran las grandes circunscripciones las que resultaban decisivas, pero ahora son esas provincias pequeñas donde el que ganaba se llevaba dos escaños a casa y el que perdía uno, las que decidirán. Y todo porque la irrupción de Ciudadanos puede llevarse ese tercer escaño a su buchaca y dejar la cosa en un empate a uno. Para que me entiendan: el partido de Albert Rivera conseguiría escaño en todas las provincias de tres diputados y también en las de cuatro o cinco salvo que ocurra otra cosa. ¿Qué cosa? Pues que los restos de la puñetera Ley D’Hondt –por muy pocos votos– otorguen ese segundo escaño al ganador, en vez de al partido emergente.
Por eso no se extrañen si ven al presidente del Gobierno hacer turismo rural en esta campaña –turismo de amigos que diría Carmena– o si le ven incluso pactar con UPN, Cascos y el PAR. El contable Rajoy ha echado cuentas y ha sumado todos los restos y votos y, sinceramente, a mi me gusta el que, por una vez, sean las provincias más pequeñas las que decidan. Mientras tanto, Rivera ha centrado sus esfuerzos en Madrid, Barcelona y Valencia. Se equivoca. Lo verán.
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