Martín Prieto

El Ejército de Mas

La Asamblea Nacional Catalana es un sarao privado financiado con los impuestos de los españoles, que emite papeles como proyectos de ley de la republiqueta de Artur Mas y su jefe Jonqueras. Hierven caldo de cerebro aunque en la Asamblea hay menos inteligencia que comida en la casa de Ghandi. Con su última propuesta sobre unas fuerzas armadas propias denotan su simpleza. En 1948, tras una guerra civil de dos meses, el presidente José Figueres disolvió el Ejército bajo la proclama de que quería educadores y no soldados. Les ha ido bien pese a recurrentes rifirrafes fronterizos con Nicaragua, y lo que ahorran se destina a proteger su biodiversidad. La militarista asamblea ha perdido la oportunidad de hacer una propuesta pacifista a la progresía emergente. Pero el victimismo es hijo de la sentimentalidad y el romanticismo y hay que difundir el supuesto de que Cataluña corre el riesgo de ser invadida por potencias extranjeras como Francia, España, o quizá Aragón o Andorra. Se creía que Mas izaba el mentón mussoliniano pensando en la estatua que espera, pero la quijada proyectada es la del guerrero, del «condottieri». Tienen el problema de la aviación, como en Uruguay, porque en cuanto despegan se salen de su espacio aéreo. Es una lástima porque la industria armamentística española, suya y de los demás, precisa cartera de pedidos. Fabricamos excelentes patrulleras, corbetas y fragatas, a precio de amigo, y no han de buscar otros astilleros. Un día le pregunté al almirante de la Flota por qué vendíamos estos sofisticados navíos a Marruecos: «Como los hacemos nosotros, sabemos cómo hundirlos». Cataluña fuera de España es hendible como mantequilla caliente ante un cuchillo. De ser atacada tendría que retirarse a la orilla occidental del Ebro, paradoja para los asamblearios de los soldaditos de plomo. A Durán i Lleida, le comenté: «A mi generación que no la movilicen para pegarle un tiro a un catalán». A Cataluña solo la amenazan sus propios fantasmas.