Restringido

El filósofo personal de Putin

Los soviéticos normales detestaban a Rostropovich porque cada nota que salía de su violonchelo gimiente era un disparo contra la heroica historia del pueblo ruso. O así lo entiende Limónov. Eduard Limónov comprende a esos milicianos ucranianos prorrusos, incluso si se acaba demostrando que fueron ellos los que han abatido el avión de Malaysia Airlines –y no digamos si fue directamente el Kremlin–, porque disfrutará sabiendo que los que vuelan en «business class» también mueren. Efectivamente, se trata de una historia de humillaciones. Ellos, los soviéticos, fueron humillados cuando cayó la URSS y nadie se acordaba entonces que ellos, con 26 millones de muertos, evitaron que Hitler instalara su residencia de verano en un castillo a orillas del Loira, ¿o tal vez en la Toscana? Limónov es poeta, escritor y fundador del Partido Nacional Bolchevique, síntesis de comunismo y fascismo con estética Sex Pistols, pero pobres (su vida la ha contado Emmanuel Carrère en un apasionante libro). El ideólogo de este grupo se llama Aleksandr Duguin, filósofo de cabecera de Putin y teórico del neo-euroasianismo, que inspira la estrategia expansionista de Rusia. Los padres de Duguin y Limónov fueron agentes del KGB, y ya sabemos que las humillaciones sufridas por nuestros padres tienen más peso que mil páginas escritas por Lenin. Limónov nació en la ciudad más contaminada de Rusia, Dzerzhinsk. Para salir de pobre (su padre sólo era un vigilante del KGB) se hizo poeta, se fue a Nueva York y acabó de mayordomo, porque no había nada más chic entonces que tener en el servicio a un poeta ruso. Luego vivió en París y compartía cenas (en la redacción de «L'idiot international») con Le Pen y el filósofo Bérnard-Henry Lévy, cuyos trajes caros despreciaba tanto como su defensa de los chechenos. Pues Limónov, como Duguin (no se pierdan verlo en fotografía), forma parte del paisaje político ruso dominado por Putin.