Enrique López
El minuto de la responsabilidad
Se dice que la negociación es un esfuerzo de interacción orientado a generar beneficios. Este factor es muy importante, ya que alude a la realidad humana de las partes involucradas, con sus personalidades, realidades, necesidades, emociones y formas de pensar. En una negociación se tiene a dos o más personas intentando generar beneficios para sí, para alguien más o para una organización a la que representan, pero lo hacen a partir de su propia realidad humana, con sus implicaciones emocionales y psicológicas, con sus formas de pensamiento y patrones de conducta. Esto hace que esta interacción sea un factor esencial en las negociaciones y del que se derivan muchas de las situaciones que se suelen o pueden presentar. En el ámbito político la negociación debe buscar un pacto, pacto que debe buscar también beneficios, pero, en este caso, beneficios pensando esencialmente en la gente, en la gente que ha votado y ha manifestado su voluntad. En España, el pueblo ha hablado dos veces en muy poco tiempo. La primera manifestó claramente la voluntad de que se forjaran grandes pactos, pero existía alguna duda sobre en qué dirección; se le volvió a preguntar y lo ha dicho con claridad. No hace falta ser un zahorí para definir lo que el pueblo español quiere. Ahora llega el momento de los grandes, de los generosos y sobre todo de los responsables. En este lío, algunos aprovechan para abrir debates interesantes. Algunos se alzan sobre la necesidad de reformar la ley electoral, pero a renglón seguido surge la duda: ¿en qué sentido? La Constitución en su artículo 68.3 establece que la elección se verificará en cada circunscripción atendiendo a criterios de representación proporcional, y de ello se deduce que el criterio de la proporcionalidad debe inspirar las reglas de la Ley. Ahora bien, una excesiva proporcionalidad determinaría un Parlamento ingobernable, donde tendrían representación partidos tan minoritarios que determinaría una mayor dificultad para alcanzar acuerdos, e impediría la existencia de gobiernos estables y fuertes. El alcance de la exigencia constitucional de la proporcionalidad ha dado lugar a un cuerpo jurisprudencial de nuestro Tribunal Constitucional que se caracteriza por una notable y progresiva relativización del concepto, y sobre todo lo ha hecho cuando se ha cuestionado la barrera del mínimo legal de representación por circunscripción para obtener escaños, llegando a decir que, por ejemplo, la norma que rige en Canarias está en el límite de lo admisible constitucionalmente, y yo creo que este caso ha sido muy generoso, pues la Ley canaria ha impedido tradicionalmente que gobierne el partido más votado. Los sistemas mayoritarios, como el británico o el norteamericano, son muy criticados, pero generan gobiernos rápidos en su confección y fuertes en respaldo parlamentario. Aun así, no parece lógico reclamar más proporcionalidad y no predicar con el ejemplo del pacto. La sociedad española ha hablado y lo ha hecho con claridad meridiana, y esto exige coherencia política. Decía nuestro recordado y querido presidente Adolfo Suárez que «las elecciones no resuelven por sí mismas los problemas, aunque son el paso previo y necesario para su solución».
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