Represión en Venezuela
El paraíso soñado
De España se ha dicho muchas veces que es el país más sólido del mundo porque los españoles llevamos siglos intentando destruirlo y no lo hemos conseguido. Es la nación moderna más antigua porque una pareja de visionarios (los Reyes Católicos) se empeñaron en practicar la política de unión frente a la experiencia, no muy lejana para ellos, de la debilidad de la dispersión (los reinos de Taifas). Emprendieron un camino que luego imitarían muchos otros países, en el que estaban involucrados dos reinos en su origen, Castilla y Aragón, a los que luego se fueron uniendo otros como el Reino de Navarra. Y Portugal se perdió por la errática política de uno de los reyes menos afortunados de nuestra historia (Felipe II). Y, de aquella época apasionante, este presente: un país con muchos defectos, con muchos problemas (dos fundamentales a mi juicio: el paro y la falta de valores), pero con una historia y un patrimonio que nada tiene que envidiar a los países de nuestras mismas raíces culturales. Un país al que la inmensa mayoría de los que lo dejan por necesidad quiere volver algún día. Un país que es el destino de miles de jubilados europeos que vienen a disfrutar del descanso ganado tras una vida de trabajo y sacrificio. Un país hospitalario, alegre y trabajador en su gran mayoría (trasnochamos y alargamos la juerga hasta que el cuerpo aguanta, pero a la mañana siguiente estamos en nuestro trabajo –si lo tenemos– sin secuelas aparentes). Así, pues, yo animaría a los de Podemos, y a su apéndice el señor Alberto Garzón, a irse a sus soñados paraísos: los primeros a Venezuela (y los cambiamos por los venezolanos que están hartos de madurar por la escasez) y al segundo, a Cuba o Corea del Norte que es donde sigue vigente ese comunismo que, según él, está de moda. Y no me importaría contribuir con un impuesto concreto y de pago único para sacarles el billete. Eso sí, en turista.
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