Cataluña
El «procés» no tiene salida
A la máquina de la Justicia le cuesta arrancar, pero cuando lo hace no hay quien la pare. Es lo que está pasando con la conjura separatista de Cataluña. En el Tribunal Supremo analizan minuciosamente la lista de los conjurados. El magistrado Pablo Llarena tiene en su mesa el cuaderno manuscrito «Enfocat», que parece la hoja de ruta de los secesionistas del «procés» y en el que se anota la intervención de cada uno en el gravísimo delito de rebelión, sedición y malversación, que se investiga. Con este documento en la mano se amplía el círculo de sospechosos dentro de los partidos y de las organizaciones sociales. Se trata de comprobar el número y alcance de los principales concertados en una estrategia conjunta contra la legalidad vigente. Llegados a este punto, no vale de mucho el argumento de que actuaban por razones políticas. También los golpìstas del 23-F
–Tejero, Miláns y Armada– lo hicieron por convicciones políticas, algunos con el noble ánimo de salvar la Corona, y no les sirvió de nada. Y hasta ETA mataba por sus ideas políticas al servicio de la independencia vasca. No todo vale para imponer los ideales de uno. Proponerse conseguir la independencia de Cataluña a toda costa saltándose la Constitución y el Estatuto y desobedeciendo al Tribunal Constitucional, de forma concertada y con dinero público, acarrea tremendos trastornos económicos y humanos y evidentes consecuencias penales a las que ahora deberán someterse sus autores.
Lo más llamativo de estas revelaciones manuscritas es que los impulsores de esta desgraciada aventura sabían que sin acuerdo con el Estado central no iban a ninguna parte. Prefirieron, sin embargo, seguir adelante, hasta el final, forzando las cosas para obligar al Gobierno de Rajoy a una acción desproporcionada que internacionalizara el conflicto y obligara a intervenir a los gobiernos europeos. Ése era el principal objetivo del referendum del 1-O. La actuación de la policía para impedir, por orden judicial, la ilegal consulta fue utilizada y manipulada con ese propósito. Pero, tras un primer chispazo favorable de determinados medios, la respuesta unánime de la Unión Europea y las distintas cancillerías confirmó a las claras que el camino de la independencia no tenía salida. Y ahí estamos. El resultado de las elecciones del próximo día 21 conducirá a un Gobierno que, en caso de seguir en manos de los secesionistas, tropezará con cuatro barreras insalvables: el 155 de la Constitución, el rechazo de la UE, la fuga masiva de los negocios y la implacable acción de la Justicia. Así que ese Gobierno-bis, en manos de personajes de segunda fila, no tendría más remedio que cambiar de hoja de ruta.
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