Sevilla

El protomedicato en América

El Protomedicato era un tribunal que examinaba y concedía las licencias oportunas para el ejercicio de la Medicina. En Aragón existía desde el siglo XIII, mientras en Castilla se creó en 1477 por los Reyes Católicos, siendo reorganizado en el siglo XVI. Felipe II puso un alto interés en garantizar el máximo nivel científico y, desde luego, dotar a la sociedad de los reinos americanos de los seguros sanitarios oportunos para conseguir un adecuado eco para la cultura occidental. La Medicina, desde la España romana, se basaba en la Botánica. La obra de Dioscórides, un cirujano militar del siglo I de nuestra era, recogía más de seiscientas especies vegetales, de las cuales se hacía indicación acerca de sus utilidades terapéuticas así como las propiedades medicinales que originaban. La primera impresión del texto griego «Materia médica» se hizo por Aldo Manucio en 1499 y, en 1555, en Amberes, la primera traducción castellana, con glosas y comentarios del eminente Andrés Laguna. Durante siglos, pues, fue texto esencial de farmacología, junto a la «Naturalis Historia» de Plinio.

La educación médica por aprendizaje fue habitual en América. Los cabildos concedieron licencias para el ejercicio de la medicina y la cirugía. Se sabe que el Cabildo de México en 1525 asignó cincuenta pesos al cirujano Francisco de Soto para que atendiese con su arte a la ciudad. En 1542 las Leyes Nuevas ordenaron que todas las cuestiones médicas quedasen bajo la jurisdicción del Real Protomedicato. Cuando se crearon las Universidades, la educación de los médicos quedó unida a las cátedras de Medicina. La Universidad de Santo Domingo, fundada en 1538, incorporó médicos desde 1532, según ha estudiado exhaustivamente el catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares, Francisco Guerra y Pérez Carral, junto con su esposa, la doctora Sánchez Téllez, autores de importantes libros sobre la doctrina farmacéutica originada en la misión del doctor Francisco Hernández, nombrado por el rey Felipe II Protomédico de Indias.

El doctor Francisco Hernández, nacido en 1517, de familia de judíos conversos, recibió educación médica en Sevilla con el célebre cirujano Juan Fragoso; ejerció como médico en el monasterio y hospital de Guadalupe, dedicando su tiempo a la anatomía y la herborización y clasificación botánica; en Toledo fue cirujano en el Hospital de Santa Cruz, manteniendo sus relaciones científicas con Fragoso y Francisco Arce; también en Toledo comenzó su traducción comentada de la «Historia» de Plinio. En la Universidad de Alcalá de Henares, fundada por el Cardenal Cisneros, coincidió con un grupo de médicos que dieron nombre al momento, conocido como el «Siglo de Oro de la Medicina española»: Andrés Laguna, Luis Mercado, Francisco Vallés. A ese grupo perteneció Hernández. A instancias de su gran amigo, el arquitecto de El Escorial, Juan de Herrera, a principios de 1569 trasladó su residencia a Madrid; fue nombrado médico personal del Rey, el cual estableció patrocinar la primera gran expedición científica al Nuevo Mundo y eligió a su médico de Cámara, el doctor Francisco Hernández, para llevarla a cabo: «Mandamos a vos el doctor Francisco Hernández, nuestro médico, ir a hacer la historia de las cosas naturales de nuestras Indias...».

El doctor Hernández llegó a México, capital del Virreinato de la Nueva España, que así decidió llamarlo Hernán Cortés. Llegó Hernández acompañado de su hijo varón, habido de su legítima esposa doña Juana Díaz Paniagua. Tenía el doctor Hernández cincuenta y tres años de edad cuando en febrero de 1571 inicia la expedición botánica del país, llevando a cabo cinco viajes: uno a la zona central, otro al mar Austral y los otros tres a las regiones de Oaxaca, Pánuco y Michoacán. El corregidor Pedro Montes de Oca escribe sobre Hernández: «Recogió muchas yerbas y árboles de medicina, las quales escribió, vió, experimentó y llevó pintadas el Protomédico que estuvo en esta tierra...». En Huaxtepec investigó los vestigios de un jardín botánico prehispánico, donde recogió plantas medicinales que experimentó en enfermos. Desde aquí regresa a la capital virreinal, donde escribe al Rey, en marzo de 1574, anunciándole que ha concluido diez volúmenes de dibujos de plantas y animales, ejecutados por artistas indígenas y veinticuatro libros de «escriptura de cosas muy peregrinas y de grandísimo provecho y propiedades». Prorrogó su estancia en México, aumentando su Catálogo de plantas medicinales y orientando los estudios de Medicina en la Universidad Pontificia. El doctor Hernández llegó a España en febrero de 1577, mal de salud y arruinado, debido a sus gastos que los oficiales reales no quisieron reembolsarle, a pesar de la orden afirmativa del Rey. Su viaje fue un éxito científico. En la Ciencia médica supuso un impulso considerable a la Farmacología.