Papel

El puente de los espías

La Razón
La RazónLa Razón

«Lo que nos hace americanos son las reglas. La mejor arma que tenemos en la Guerra Fría es mostrarles como somos». Estas dos frases las pronuncia el abogado americano James Donovan al defender al espía ruso Rudolf Abel ante los tribunales americanos en plena Guerra Fría entre EE UU y la Unión Soviética en la película recientemente estrenada «El Puente de los Espías».

Cuando hablamos de la superioridad moral de la izquierda, en Europa no hacemos otra cosa que dar por buenos ciertos latiguillos que se han acuñado en nuestras sociedades, que atribuyen a estas opciones un halo de bondad, equidad, justicia social y progreso que no se compadece con la realidad, pero que parece otorgarles una ventaja inicial ante la opinión pública que se niega a la derecha, que ha asumido la obligación de tener que justificar todas y cada una de sus propuestas y principios, pese a que el contraste entre los resultados de unos y otros es manifiestamente favorable a ella, cualquiera que sea el escenario en que los comparemos.

En los países anglosajones esta estigmatización permanente no se produce. O al menos con la virulencia con que lo hace en los nuestros. Las razones son muchas, pero hay algunas determinantes, las que tienen que ver con la asunción como algo propio por los ciudadanos de una serie de valores y principios fundamentales que no cuestiona nadie, y que constituyen el pilar básico sobre el que se asienta la sociedad. Valores y principios que se inculcan dese la escuela, que se protegen permanentemente desde todas las instancias, y que constituyen unas señas de identidad de las que se sienten orgullosos y partícipes de una historia y de un proyecto común con independencia de las vicisitudes que hayan padecido a lo largo del tiempo.

La película, que algunos calificarán como una «americanada», está basada en un hecho real que deja trascender esta idea, y que más allá de los estereotipos, refleja el valor y la fuerza de los principios sobre los que se asienta la sociedad americana que constituyen sus señas de identidad, de las que se sienten orgullosos y firmes defensores, y que les hacen sentirse incluso superiores a los demás.

Cuando el abogado Donovan, magistralmente interpretado por Tom Hanks, discute con el agente de la CIA la defensa del espía soviético detenido por esa causa en EE UU, la respuesta que le da es un compendio magistral de lo que acabo de señalar. Donovan es de origen irlandés. El agente de la CIA, Hoffman, alemán. Como le señala el primero, lo que les hace americanos a los dos son las reglas, que no son otra cosa que los principios, valores y garantías que se plasmaron en la constitución americana, y lo que les diferencia precisamente de sus adversarios. Idéntico argumento es el que utiliza en la apelación de la sentencia ante el Tribunal Supremo de los EE UU al señalar en su alegato que «la mejor arma en esta Guerra Fría es demostrarles como somos».

Lo que nos hace realmente distintos a unos de otros es precisamente eso, los valores y principios en los que creemos. Y lo que nos hace más fuertes es defenderlos sin vacilaciones ni renuncias parciales o acomplejadas por mero calculo electoral, o por ese temor a que lo nuestro tiene un estigma que debemos pagar. Mientras no superemos esto y tengamos claro que nuestras convicciones son mejores para nuestro país y nuestros ciudadanos, partiremos siempre en desventaja y con temor a la confrontación.

Alguna razón tendremos cuando Tony Blair, ex premier laborista británico señaló en una entrevista hace ya cuatro años: «la izquierda en Europa está en crisis por que no se moderniza. Su problema perenne es que confunde valores que son inmutables con políticas que cambian con el tiempo. Asumió que con la crisis la opinión pública giraría hacia ella, sin entender que la mayoría de los ciudadanos pagan impuestos, y cuando los gobiernos se endeudan comprenden que tarde o temprano lo pagarán ellos. La izquierda europea está en crisis porque no es honrada consigo misma y no reconoce el motivo de sus derrotas».

Sus palabras son elocuentes para ratificarnos en la fuerza y superioridad de nuestras convicciones. Incluso añadió algo más de lo que tenemos que tomar buena nota: «Los gobiernos conservadores tiene problemas por sus disputas internas, no por propuestas progresistas». Trabajemos en ello con la seguridad de que nuestras convicciones son, cuanto menos, mejores que las de nuestros adversarios.

* Ex presidente de la Comunidad de Madrid