Enrique López
El relativismo de la injusticia
Estamos ante un mundo que evoluciona de forma vertiginosa, y por ello los ciclos históricos se acortan, provocando que todo cambie a una velocidad extrema. Si analizamos lo que ocurre en nuestro país no somos ajenos a esta situación, y por ello asistimos a procesos de trasformación inimaginables hace pocos años. La situación política actual no era ni previsible hace tan sólo cinco años, el impulso del independentismo catalán tampoco. Algunos creen que el relativismo imperante en la sociedad actual tiene buena parte de la culpa, pero para ello es necesario cuando menos ponernos de acuerdo en el significado del término. Se dice que relativismo es cualquier posición filosófica que niega la existencia de verdades absolutas, tanto en el ámbito del conocimiento o de la moral. Se considera que fue Protágoras el primer defensor del relativismo, reflejado en su afirmación «el hombre es la medida de todas las cosas: de las que son, en cuanto que son, y de las que no son, en cuanto que no son». El relativismo ha encontrado en la actitud antimetafísica del pensamiento contemporáneo un extraordinario desarrollo, no sólo en lo filosófico, sino también en lo social, lo político, lo económico, así como en la propia religión, siendo la posición más difundida en la cultura contemporánea en general. Pero en mi modesta opinión, el relativismo no es un problema si va unido a un ejercicio generalizado de la tolerancia, respetando los diferentes puntos de vista y las formas de entender las cosas. Pero el problema es que, bajo actitudes pretendidamente relativistas, aparece enmascarado el peor de los sectarismos, entendido como la actitud de la persona que defiende y sigue con fanatismo e intransigencia una idea o una doctrina, sin admitir ninguna crítica sobre la misma. Así no encontramos con el sectarismo y fanatismo de los responsables del ilegal proceso separatista de Cataluña, los cuales entienden que no estar con ellos es estar contra Cataluña, llegando a calificar las consecuencias legales de su irresponsabilidad de violencia judicial, que poca imaginación, por cierto. En otro orden de cosas nos encontramos que por ejemplo decisiones judiciales y su autores se pueden criticar o uno según a quien afecten y lo que afecten; posturas machistas y degradantes hacia la mujer que son más o menos perniciosas según la ideología del sujeto. A unos se les exige poco y a otros se le perdona menos, y todo ello, en función de la ideología. A eso le debemos añadir el postureo en el que muchos ejercen una falsa solidaridad y generosidad, y así se podría seguir poniendo ejemplos. Por ello el problema no es el relativismo, sino la ley del embudo que se ha instalado en nuestro país desde hace años, y que hace que ese relativismo se impregne de sectarismo etiquetándolo todo, y ello con la inestimable colaboración de algunos medios de comunicación y afamados tertulianos, que actúan de altavoces de este fenómeno, convirtiéndose el ejercicio del sectarismo en su único fin. Frente a ello solo queda el ejercicio del sentido común, de la paciencia infinita, y sobre todo la tranquilidad de conciencia, que hace que podamos soportar esta tremenda e injusta situación.
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